Lo que viene tras el 20-N
viernes 18 de noviembre de 2011, 07:59h
Todas las encuestas indican que el
20-N va a ganar las elecciones el PP y que muy probablemente lo hará
consiguiendo la mayoría absoluta. Por tanto, lo razonable es partir de este
escenario para saber lo que se nos viene encima. Por supuesto, una vez que nos
hayamos desprendido de los excesos argumentales que tienen los discursos
electorales.
Por ejemplo, no es cierto que el PP
de Rajoy sea enemigo acérrimo del Estado de Bienestar. Eso es recurrir al voto del
miedo. Pero tampoco hay duda de que, por mucho que lo disimule, el Gobierno de
Rajoy va a estar dispuesto a realizar fuertes recortes del gasto público, sobre
todo si el candidato popular sigue empeñado en cumplir con lo acordado con la
Unión Europea sobre la reducción del déficit. Afortunadamente, Rajoy ya lo ha
dejado mucho más claro en la reciente entrevista concedida al diario El País:
para reducir el déficit no habrá más remedio que recortar todas las partidas (a
excepción de las pensiones, dijo).
En realidad, es una cuestión de sacar
bien las cuentas. Es rotundamente mentira que no haya que hacer recortes
considerables para reducir el déficit al 4,4% el 2012. Las propuestas de
Rubalcaba en este sentido no son menos una cortina de humo que los silencios de
Rajoy. El candidato socialista propone en síntesis dos cosas: una serie de
medidas paliativas, incremento de algunos impuestos, reducción de algunos
gastos, etc., pero como sabe que tampoco le salen las cuentas, pasa a una
propuesta de otro tipo, que consiste en solicitar más tiempo a la Unión Europea
para poder cumplir los compromisos.
Como lo más previsible es que desde
Bruselas no nos dieran más tiempo, con Rubalcaba también tendríamos recortes.
Ciertamente, el candidato socialista tiene razón cuando afirma que no es lo
mismo un Gobierno PP que uno PSOE: nadie duda en España que el primero es mucho
más favorable al uso de la tijera que el segundo. Pero no hay que creerse
tampoco que las diferencias serían como de la noche al día. De hecho, ahí está
la obra del Gobierno de Zapatero para probarlo.
Sin embargo, el PP también plantea
una solución que tiene bastante de mágica. Rajoy no se cansa de repetir que con
un cambio de Gobierno mejora considerablemente la confianza de los mercados en
España. Naranjas chinas. Cómo si los mercados no supieran de sobra las
condenadas dificultades que va a enfrentar el previsible Gobierno del PP de
cara al 2012. ¿Quién se cree que a Rajoy le van a poyar los partidos, los
sindicatos y los movimientos sociales, en cuanto que sacer a relucir las
tijeras? ¿Alguien tiene la más mínima duda de que la calle va a estar
convencida de aquello de que "contra el PP lucharemos mejor"?
Uno tiene la sensación de que
Rubalcaba y Rajoy coinciden en tener lástima de sí mismos. El primero porque le
duele que no se le conceda la razón cuando insiste en eso de que el PP no dice
lo que piensa y que sus intenciones no son las mismas que las de su oponente.
El segundo (Rajoy) porque no podrá entender la falta de patriotismo de muchos
cuando no le acepten la necesidad de realizar recortes para cumplir los
compromisos europeos. Ambos tienen una visión sesgada de la realidad y tratan
de transmitírnosla.
Como siempre, la realidad es mucho
más tozuda y nos mostrará hasta qué punto el margen de maniobra es reducido.
Por un lado, la necesidad de hacer los ajustes necesarios si de verdad queremos
enfrentar la crisis y hacerlo dentro del Euro. Por el otro lado, el cabreo y la
falta de solidaridad que existe en el país, para aceptar esos recortes sin poner
el grito en el cielo. Y cuando hablo de la falta de solidaridad, comienzo por
referirme a las grandes fortunas.
En suma, lo que se viene por delante,
tras el 20-N, es un Gobierno PP caminando por el filo de la navaja, en medio de
una crisis cenagosa. ¿Podrá ese Gobierno salir adelante y comenzar a remontar
la crisis en el 2013? Pues resulta muy difícil saberlo. Pero de momento no nos
creamos cuentos: la situación seguirá bien podrida durante demasiado tiempo,
gobierne quien gobierne. Incluso, quien sabe, las circunstancias fuercen a un
pacto nacional impuesto. Lástima que no lo lográramos antes, por propia
iniciativa, para evitarnos comer tanta cantidad de gusanos.