¿Rubalcaba está consiguiendo suicidarse?
lunes 14 de noviembre de 2011, 07:55h
Las encuestas que han publicado
varios diarios este domingo confirman la intención de voto que anuncia una
rotunda derrota electoral del PSOE el 20-N, quizás la más abultada desde el
inicio de la transición. En general, los análisis sugieren que Rubalcaba no
está consiguiendo movilizar a los suyos, los cuales se abstendrán o van apoyar
a Izquierda Unida. Sin embargo, creo que esos análisis son sólo parcialmente
correctos.
En primer lugar, porque el
endurecimiento del discurso de Rubalcaba si parece estar teniendo efecto entre
sus partidarios más próximos. Los mítines multitudinarios que ha conseguido
últimamente parecieran ser un buen indicador de esa movilización interna. El
problema es que, como ya mencionamos en otra ocasión, eso no le sirve al PSOE,
cuya suerte no depende de los votos más rojos, sino de ser capaz de atraer al
voto progresista moderado hacia su proyecto político. Y el discurso agrio que
está lanzando Rubalcaba puede recuperar a los más cercanos, pero también alejar
al resto.
Por otra parte, respecto a los votos
de izquierda, todo parece indicar que el discurso belicoso está movilizando a
los militantes socialistas mucho más que al votante izquierdista no partidario,
que está deslizándose hacia Izquierda Unida. Ese votante logra con ello matar
dos pájaros de un tiro: castigar al PSOE y garantizar que el victorioso PP se
encuentre con una izquierda dura y fortalecida en el parlamento.
Así las cosas, la cuestión consiste
en saber si la movilización del voto socialista, que parecen indicar esos
mítines nutridos, es la clave de la consolidación del liderazgo de Rubalcaba el
día después. Accidentalmente, eso tampoco es seguro. El PSOE no funciona como
un partido minoritario, que puede -y tiende a- refugiarse en su fuerza
militante interna. El socialismo español está acostumbrado a funcionar sobre la
base de un amplio apoyo electoral, lo que significa que difícilmente va a
aceptar una colosal derrota en las urnas sin cobrárselo al líder perdedor, como
ya se ha probado en ocasiones anteriores. Es decir, Rubalcaba podría estar
viviendo un espejismo si cree que esos baños de multitud que logra hoy en los
mítines electorales son garantía de apoyo posterior en caso de que el 21-N
recoja una derrota políticamente inasumible.
De hecho, su discurso de pelea está
siendo respaldado mucho más por las viejas glorias que por los líderes
alternativos que tiene hoy el PSOE, como Carme Chacón y Patxi López. Puede que
Rubalcaba se haya sacrificado por su partido y que, en la búsqueda de evitar
una derrota entre los propios, haya elegido un camino belicoso que acabe por
conducirle a su suicidio político. La política, como la vida misma, puede
resultar así de ingrata.