martes 08 de noviembre de 2011, 12:03h
El insoportable peso de
las encuestas se hizo notar en el único debate electoral que Rubalcaba y Rajoy mantendrán
en esta peculiar campaña. Rubalcaba salió como perdedor, se mostró agresivo y usó
la imagen del 'doberman' que tan pésimos resultados le dio a Felipe González en
1996. Pero se encontró con un Rajoy que -esta vez sí- llevaba muy bien
preparado el debate, no cayó en las trampas que le tendió Rubalcaba y ofreció
una imagen de credibilidad no lograda en anteriores ediciones. Rubalcaba no
consiguió lo que se proponía y no parece que las encuestas varíen en intención
de voto tras un debate que el candidato socialista no ha logrado ganar.
Durante dos horas se pudo
ver a un Mariano Rajoy más seguro de sí mismo que a lo que nos tiene
acostumbrados en debates anteriores. Tranquilo, sereno, con sensación de muchas
tablas -al menos, en apariencia- y mayor dominio de la situación. La imagen,
impecable, muy cuidada por su equipo de maquillaje y, desde luego, del de
telegenia. Los gestos estudiados, y sin perder nunca la calma.
En el otro lado de la
mesa, a la izquierda de la pantalla del espectador, a Alfredo Pérez Rubalcaba
se le notó nervioso en según qué momentos: muy agresivo, con formas descuidadas
-él, que suele escuchar primero y responder contundentemente después,
interrumpió constantemente a su oponente-. Y en cuanto a la imagen, la labor de
sus maquilladores no pudo impedir que se pudieran apreciar según en qué
momentos inflamadas las venas en las sienes.
Rubalcaba intentó por
momentos atacar la gestión del gobierno de Aznar -al que no citó ni una vez-,
descalificando así de entrada los supuestos 'logros' de los que previsiblemente
le podría hablar Rajoy respecto de su 'buena gestión' en el periodo 1996-2004.
Usó una táctica ya antigua y ensayada por González en 1996, como es la del 'cuidado
con la derecha que si viene peligran las pensiones, la educación y la sanidad
pública'.
Pero fracasó el candidato
socialista en su objetivo: no convenció con sus acusaciones, que no pudo
probar, sobre el supuesto 'programa oculto' del PP; le salió el tiro por la
culata en cuanto a las pensiones -fácil lo tuvo Rajoy, recordando sólo que ha
sido él, Rubalcaba en el Gobierno de Zapatero, el que ha congelado las
pensiones por primera vez en la historia de España-, y su insistencia sobre que
Rajoy va a suprimir o recortar las prestaciones por desempleo se le volvió en
contra ante las respuestas contundentes de Rajoy.
Rajoy llevaba aprendidas
las lecciones, quizá por primera vez en un debate de tal envergadura: "Los
únicos que han aportado dinero a los bancos han sido ustedes, no lo
olviden", le dijo, por ejemplo, frente a las acusaciones de que un PP en
La Moncloa obraría como el reverso de Robin Hood: se lo quitarían a los pobres
para dárselo a los bancos; o con un facilón y contundente: "Ahora nos
viene prometiendo una serie de cosas, pero, oiga, ¿por qué no las hizo antes?
¿Es que se les ha ocurrido ahora?", sobre la gestión de Rubalcaba durante el
Gobierno de Zapatero, cuya gestión, según Rajoy, es evidente: cinco millones de
parados.
Los dos candidatos usaron
la táctica manida del "usted miente", pero en honor de la verdad fue
Rubalcaba quien la inició. Y fue Rubalcaba el que habló más veces sobre que en
estas elecciones nos jugamos el futuro de España entre dos modelos muy
distintos: el del nuevo socialismo que él representa y el del PP, que es antisocial
y el de los recortes. Pero Rajoy estaba preparado: "Usted miente y lo que
está dejando caer aquí es una insidia"... "Yo no voy a modificar el
seguro de desempleo, los que lo han hecho han sido ustedes", que además
"permitieron que los contratos temporales puedan duran toda la vida".
Fue Rajoy, claro, el que más
habló de las enormes cifras de desempleo, como era de esperar. El tema del paro
lo sacó a colación al menos en diez ocasiones a lo largo del debate. Rubalcaba
lo usó en tres, para reconocer que, efectivamente, la situación es muy difícil:
"Sé que la situación es muy complicada y no tengo solución para solucionar
los problemas, pero no me echo para atrás, no me arrugo".
Y fue Rajoy, claro
también, el que usó la baza de la incapacidad del Gobierno del que hasta hace
unos meses formó parte el propio Rubalcaba: lo hizo hasta en seis ocasiones. En
esos puntos, Rubalcaba no entró al trapo, respondiendo con el consabido
contraataque de los recortes sociales que supuestamente están contenido en el
también supuesto programa oculto del PP: "Yo le digo lo que va a pasar:
usted va a cambiar el sistema de prestaciones por desempleo... Yo creo que va a
ser así". Pero la respuesta fue también contundente: "Le repito por
última vez que yo no voy a reducir las prestaciones de desempleo, tal y como y
ustedes han hecho".
Consiguió Rubalcaba, no
obstante, un tanto al reconocer Rajoy que no se sabía de memoria su programa.
Un fallo del líder del PP, sin duda, que ante la trampa de preguntarle 'qué
pone en la página 116, párrafo tal...' podía haberse evadido con facilidad. No
estuvo hábil. Pero tampoco lo estuvo Rubalcaba cuando fue cogido en flagrante
mentira con respecto a unas supuestas declaraciones de Rajoy a un diario
argentino.
En resumen, este debate
le ha servido a Rubalcaba para avisar que hay dos modelos y que no es buena la
abstención en la izquierda. "Con la abstención no se resuelven las
diferencias", dijo al final de su intervención, por lo que "les pido
la confianza: hay dos posibles gobiernos. Yo creo que podemos salir todos de la
crisis y hacerlo juntos".
A Rajoy le ha servido
para alejar fantasmas sobre supuestos 'programas ocultos', ofrecer una imagen
de seriedad y serenidad y, sobre todo, de consistencia para la difícil crisis
que atravesamos. Es difícil precisar quién ganó claramente el debate: pero Rubalcaba
no logró lo que pretendía. Las encuestas siguen igual.