Maldito cambio horario
lunes 07 de noviembre de 2011, 09:02h
Las costumbres,
como todo, tienen siempre un origen y un por qué. Lo uno y lo otro, sin
embargo, suelen acabar diluyéndose en el tiempo y el olvido construye alrededor de
esos hechos concretos cortinas tan tenues
como resistentes que les
ayudan a permanecer inalterables,
aislados y perfectamente desconectados de las causas que los originaron. Y todo es
así hasta que alguien, con razones
históricas y fundamentadas, un
día resuelve enfrentarse
a la costumbre.
A algo que muchas veces es tan
socialmente admitido como
racionalmente desestimable.
Un ejemplo concreto de cuanto acabo de enunciar de forma genérica lo constituye
el cambio horario, un hecho
que venimos sufriendo en
España, año tras año, al menos desde 1974 y, desde hace 10
años, de forma conjunta y coordinada con
nuestros hermanos europeos. En efecto, las autoridades europeas decidieron,
a través de una Directiva de
2001, homogeneizar el cambio de horario
obligando a los estados miembros a cambiar los relojes de todos sus
ciudadanos dos veces al año, en el
último domingo de marzo y de octubre.
Vaivén
cíclico
La resultante es que -en función no sé muy bien
de qué-, cada uno de los países,
se ha marcado un horario distinto. A saber, España, Francia, Italia, Alemania, Holanda, Austria, Bélgica,
Luxemburgo, la
República Checa, Dinamarca, Hungría, Malta, Polonia,
Eslovaquia, Eslovenia y Suecia se
han situado a una hora de diferencia respecto al horario GMT, es decir, en GMT+1.
Por otro lado, el Reino Unido,
Irlanda y Portugal, así como las Islas Canarias,
que cuentan siempre con una hora menos que la de Europa Central y
Occidental, se han colocado en el
horario GMT, al tiempo que Bulgaria,
Chipre, Estonia, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania y Rumanía han situado sus relojes a la hora a GMT+2.
Parece que la razón principal de este
tan ligero como innecesario vaivén cíclico al que nos obligan
las autoridades comunitarias, hay que buscarlo en el ahorro de energía,
tal y como habían asumido
muchos países cuando ya en 1974
el mundo entero se vio abocado a
pasar la primera gran crisis
energética.
Como es lógico, ya se han
encargado los organismos
correspondientes de los estados miembros, de intentar adoctrinar a los ciudadanos
explicándoles las bondades de
tan funesta como incomprensible manía. Así,
nos han dicho que "el potencial de
ahorro en iluminación puede llegar a ser del 5%", pero -eso sí- siempre y cuando éste
vaya acompañado de un "comportamiento
racional" y el uso de "tecnologías de ahorro en iluminación".
Pero, al mismo tiempo, y para
curarse en salud, nos han informado también
que instalar burletes en puertas y ventanas
"ahorra entre un 5% y un 10% de energía", casi el doble del que
hipotéticamente se atribuye al cambio
horario. Y, si esto es así, ¿para qué
diablos tenemos que aguantar año tras
año esta ilógica y
caprichosa incomodidad? ¿No será
que aquéllos que no están revestidos de autoridad
suficiente tienen que echar mano del
poder, o de ciertos signos de poder, que obliguen a los ciudadanos a recordarles su
existencia?
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (2)
441 | Hashim - 09/11/2011 @ 13:37:52 (GMT+1)
Efectivamente, este es un tema que me ha preocupado desde hace tiempo. Parece ser que el factor ahorro no es lo que determina ese cambio sino más bien un asunto de poder. Cambiar los biorritmos de una manera tan radical tiene más consecuencias sobre el ser humano de las que podemos ver a primera vista. Es posible que esto tenga que ver con el conductismo de masas hasta tal punto que esa práctica ?que es altamente desorientadora? condicione a grandes masas de población para ser más dóciles. Los primeros dos días son especialmente proclives al mal humor.
347 | kroker - 07/11/2011 @ 13:25:30 (GMT+1)
Ciertamente que es así. Es más, está demostrado con cifras, que en Canarias con el cambio horario se gasta más energía.
Recuerdo esto un poco a la película de los 70 titulada "Banana", que trataba sobre las Repúblicas bananeras y sus dictadorzuelos. En una secuencia se la misma, se le ocurre al personaje, que todos los ciudadanos deben de ir con la ropa interior por fuera (los motivos eran lo de menos).
Un poco pasa lo mismo con la UE y sus Directivas, que no gobiernan, pero mandan mucho.
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