Si la película de
Malick era una
alegoría poética del nacimiento de la vida,
Lars Von Trier nos trae
el apocalipsis, tanto el interior de uno de los personajes como a
nivel planetario. Pero que nadie se preocupe esto no es Armaggedon
sino Von Trier cien por cien, no en vano 'Melancolía' podría
llamarse el Apocalipsis según Lars Von Trier. La película comienza
clavando una estaca más en el corazón del cine Dogma, cámara
lenta, iluminación preciosista, composiciones pictóricas,
ensoñaciones poéticas sobre música de
Wagner nos enseñan el final
del mundo tal como lo conocemos. Tras esta obertura, 'Melancolía' no
deja de ser una película operística, comienza el primero de sus dos
capítulos centrado en Justine en el día de su boda. Aquí vuelve la
cámara al hombro, las rápidas transiciones y la perfecta dirección
de actores.
Kirsten Dunst está estupenda, al igual que el resto de
actores. En cuanto a la trama es otra cosa, una depresión
compulsiva, afectación por parte de los invitados, incomprensión,
depresión. Von Trier en su salsa, claro que los motivos no nos son
expuestos y las reacciones a veces parecen incomprensibles haciendo
de estos primeros minutos más confusos.
Pero tras esta irregular primera parte
llega la segunda, centrada en la relación entre Justine y su hermana
Claire, interpretada por
Charlotte Gainsbourg. La hija de Serge se
confirma como una de las actrices más interesantes del panorama
actual, dando vida a la hermana fuerte que se va derrumbando a medida
que comprende que el planeta Melancolía chocará con la tierra
acabando con toda forma de vida. Es en esta parte donde se encuentran
los mejores momentos de la película. La transformación de Justine,
que parece atraída sensualmente por el planeta y por la idea de la
destrucción, llegará a su cénit en la escena final, uno de los
momentos cinematográficos del año.
'Melancolía' se muestra pesimista y
oscura, buscando el lado emocional del espectador más que el
racional. La película sólo llegará a los espectadores que confíen
plenamente en la labor de su director. Aquí no hay posibilidad de
salvación ni futuras promesas espirituales, donde Malick abogaba por
un nirvana esperanzador, Von Trier sólo ve oscuridad y vacío, la
nada más absoluta. Vida y muerte vistos desde dos puntos de vista
distintos pero cercanos cinematográficamente. Una cinta que logra
transmitir su angustia y su tensión al espectador logrando
impactarle de algún modo. Claro que el alcance de ese impacto
dependerá de cuanto se haya dejado llevar cada uno.
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