miércoles 26 de octubre de 2011, 08:18h
El consejero de Salud de la Generalitat de
Cataluña, Boi Ruiz, ha dicho que "la salud depende de uno mismo y no del
Estado". Es una afirmación, como mínimo, arriesgada. Si lo que quiere decir es
que cada individuo es responsable de su salud en lo que se refiere a hábitos
saludables, a ejercicio físico, a una alimentación equilibrada, a evitar
tóxicos como el tabaco y el alcohol, etcétera, tiene razón el consejero. Pero
si lo que quiere decir es "que cada uno se arregle como pueda", que el Estado
se desentiende, y que los servicios de salud pública son innecesarios, y casi
imposibles en los tiempos de crisis, el señor Boi Ruiz está desandando
peligrosamente unos caminos que nos han llevado a disponer, porque los pagamos,
de unas consultas de atención primaria o de unos especialistas o de unos
hospitales que están, pese a sus deficiencias circunstanciales, entre los
mejores del mundo.
Y no es que el Estado tenga en exclusiva el
compromiso con la salud de los ciudadanos, como tampoco lo tiene con la
educación o con la seguridad, pero está claro que tiene una gran responsabilidad.
Y no por arte de magia sino porque así lo hemos decidido los ciudadanos
financiando con nuestros impuestos, y de un modo solidario, los salarios de los
médicos, los costes de la tecnología sanitaria, la edificación y el
mantenimiento de los hospitales, y la factura de los medicamentos.
Está muy bien insistir en que debemos ser
austeros, no acudir al médico cuando no es necesario, no colapsar los servicios
de urgencias con las falsas alarmas... Pero ¿qué es una falsa alarma para un
profano?. Ante una situación inesperada de malestar ¿es más prudente quedarse
en casa, esperando a que pase el dolor, o lo que hay que hacer es requerir la
presencia de un facultativo, que para eso están?. Es cierto que cada español
lleva un médico en su cabeza, como lleva a un seleccionador nacional de fútbol
o a un ministro de Economía... Pero los asuntos relacionados con la salud son
demasiado serios como para que cada individuo soporte, en solitario, la carga
que le corresponda o que le sobrevenga...
Con toda corrección y sin entrar en
polémicas estériles, le decimos al consejero de Sanidad de la Generalitat
catalana que la salud también depende del Estado. Es una obviedad, pero hay
que decirlo. La salud depende del Estado, del individuo y de sus conciudadanos,
lo que nos debe llevar a un uso adecuado, y no a un abuso, de los servicios
sanitarios. Pero sabiendo siempre quién es el que paga y quién es el que cobra.