viernes 21 de octubre de 2011, 11:47h
24 de agosto
de 1994, el entonces presidente de Uruguay, Luis Alberto Lacalle, observaba
desde el ventanal de su despacho, en el séptimo piso del edificio Libertad, la
manifestación de compatriotas que protestaban en las inmediaciones del hospital Filtro-cercano a la sede del
Gobierno Nacional- para impedir el traslado a España de los presuntos etarras Jesús
María Goitia, Mikel
Ibáñez Oteiza y Luis
Lizarride,
ingresados en ese centro sanitario debido a un posible deterioro físico a causa
de una huelga de hambre, iniciada por los tres detenidos en un intento de detener
la extradición a España que había sido
solicitada por el Poder Judicial de ese país, cumpliendo con todos los trámites
legales exigidos.
Ésta era una
petición de extradición de la justicia de un país a la de otro y, por lo tanto,
el gobierno uruguayo no podía intervenir por más que los manifestantes le
exigieran que no entregara a los ciudadanos vascos detenidos y les otorgara el
derecho de asilo. Quien debía resolver era el Poder Judicial de Uruguay, sin
injerencias de ningún tipo. Lacalle declaró: "si la justicia dispone la
extradición, tienen que irse. Este es un tema del Poder Judicial y nosotros
simplemente los tenemos a su orden".
El
presidente uruguayo estaba preocupado, existía una resolución de la Justicia de
su país que concedía la extradición a España de los tres requeridos. Su
preocupación no estaba motivada por el cumplimiento de lo dictaminado por los
jueces, eso se cumpliría sin discusiones, su temor era por la violencia social que podría desatarse
cuando los médicos certificaran que los presuntos etarras estaban en
condiciones físicas de viajar.
Las
informaciones que le aportaban sus secretarios eran alarmantes; políticos de
izquierdas y ex guerrilleros del MLN-Tupamaros se unían a la protesta en favor
de los vascos detenidos y encabezaban la marcha
al hospital Filtro, José Mujica,
el ex líder tupamaro e integrante
del Frente Amplio y hoy presidente de la República-quien iba dispuesto a
enfrentarse a la resolución judicial acompañado por Tabaré Vázquez,
posteriormente también presidente de Uruguay entre 2005 y 2010. La presencia de
ambos dirigentes incitaba a los jóvenes manifestantes y la situación iba camino
a transformarse en un caos de magnitudes insospechadas.
Uruguay le asestó a ETA el mayor
golpe fuera de España y Francia
Para
intentar comprender la historia se debe recordar que, desde 1992, por disposición del gobierno
uruguayo se investigaron las actividades
de un grupo de ciudadanos vascos, sospechosos de pertenecer a ETA, que operaban
el restaurante La Trainera en el corazón de la ciudad de Montevideo. En
mayo de 1992, se puso en marcha la Operación Duque, gracias a la cual se detuvo
en Uruguay a treinta personas relacionadas con el terrorismo.
De los
treinta detenidos fueron procesados trece, entre los que el Estado español
pidió prisión para diez, y finalmente, al amparo del tratado firmado con
Uruguay el 11 de noviembre de 1885, demandó la extradición de ocho de ellos:
Mikel Ibañez, Luis Mari Lizarralde, Jesús Goitia, Amaia Arakistain, Juan José
Urrutia, Pedro Gómez, Agurtzane Delgado y Josu Lariz.
Jesús
Goitia, Mikel Ibáñez y Luis Lizarralde fueron acusados de falsificación de
documento público. De ser declarados culpables en Uruguay por ese
delito, la extradición no podría concretarse mientras existiera un juicio
abierto en este país. Fue entonces que
el fiscal uruguayo pidió la absolución de los encausados, pese a existir
pruebas que los condenaban por esa falsificación. Uruguay accedió a entregar a
España sólo a estos tres ciudadanos, que permanecieron detenidos a la espera
del trámite final de la extradición.
El 12 de
agosto de 1994, los presos vascos
iniciaron una huelga de hambre porque -según expresaron en una
comunicado- "nos sentimos traicionados por el poder ejecutivo (de Uruguay) que una vez más, olvidándose de los que nos
había prometido, nos da la espalda para
sonreír al ofrecimiento de nuevos premios por parte del gobierno español".
La Mesa
Política del Frente
Amplio
-hoy en el gobierno- resolvió apoyar en
ese momento a los presuntos etarras y
convocar a los frenteamplistas, organizaciones gremiales, sociales y barriales
a participar y apoyar una manifestación que se celebraría al día siguiente en
la Plaza del Entrevero, en el centro de Montevideo para recorrer toda
la ciudad hasta llegar al Hospital Filtro "en defensa de la vida y el
derecho de asilo".
La violencia
Los
funcionarios de la custodia policial instalados en el edificio de la antigua
sede del Gobierno, a escasos trescientos metros del Hospital, comprobaron que
alguien había interferido la frecuencia policial. También se constató que los
manifestantes contaban con equipos de comunicaciones para transmitir
información entre ellos.
Desde una
radio afín a los ex guerrilleros Tupamaros se incitaba a acudir al hospital
Filtro. La situación se volvió incontrolable y llegó la violencia con
enfrentamientos entre civiles y policías que se saldó con la muerte de un joven
manifestante, más de cien personas con heridas graves, incontables con lesiones
leves y más de cuarenta policías
heridos.
Nada de todo
esto pudo impedir la extradición de
Jesús Goitia, Mikel Ibáñez y Luis Lizarralde, a España, quienes mediante
extremas medidas de seguridad fueron
traslados al aeropuerto internacional de Carrasco y extraditados a su país.
A raíz de
estos hechos, fue interpelado el ministro del Interior uruguayo, Ángel María Gianola, quien sería respaldado
por el gobierno en cuanto a la actuación policial en los incidentes, aunque
también responsabilizado de la represión por los manifestantes.
Un ex guerrillero del MLN (Tupamaros), Jorge
Zabalza, declaró algo como para que no quedaran dudas, sobre lo que se pensaba
hacer en hospital Filtro: "Era la oportunidad de poner a prueba la fuerza
militante que desde años atrás venían acumulando, de bautizarla con fuego a
instancias de un enfrentamiento". También reconoció que contaban con
autobuses "repletos de cócteles molotov". Los tupamaros actuaban
nuevamente y lo hacían en apoyo de la banda criminal vasca.
Hoy el
Uruguay está dividido; los ex
guerrilleros tupamaros se han reinsertado en la sociedad uruguaya y son mayoría
dentro del Gobierno de Uruguay donde recibieron el voto del cincuenta por
ciento del electorado. La otra mitad del país no ha perdonado sus acciones.