Era cuestión de días, a lo sumo semanas. Y al final ha sido ya.
Steve Jobs ha fallecido. Un cáncer de páncreas contra el que lucho de manera incansable desde hace años, finalmente ganó la batalla y se lo llevó.
Hace unos días leí un reportaje de Jobs y de cómo se estaba enfrentando a la muerte, a decir adiós. A pesar de que una de sus pasiones era Apple y todo lo que conllevaba la compañía, pronto se dio cuenta de que en esta vida nada merece más la pena que una familia que te quiera y proteja. Así, en los últimos meses se retiró a estar al lado de la suya; su mujer e hijos.
En occidente nos ocupamos muy poco de la idea de la muerte. Ni siquiera la gente creyente se siente cómoda hablando del tema y es la única certeza con la que vivimos, la de que nos vamos a morir. Sin embargo apenas reparamos en ellos y si lo hacemos es para estremecernos y cambiar, si se puede, rápidamente de tema o de conversación.
Es una de las cosas que más nos fallan y probablemente todos seríamos muchos mejores y más humanos de recordar cada día que todo esto que vivimos es efímero. Mucho más las cosas materiales que nos rodean. Incluidos los iPhones y los iPads que él generó.
Descansa en paz, Steve Jobs.
Todo sobre la muerte del cofundador de Apple