lunes 26 de septiembre de 2011, 09:17h
En este país, los partidos políticos mayoritarios de uno y otro signo nos dan
muestras continuas de la constante contradicción entre lo que dicen, lo que
piensan, lo que hacen y lo
que verdaderamente desean.
Estos días estamos
viviendo un buen ejemplo de ello. Por un lado PSOE y PP se llevan las manos a la
cabeza cuando los clubes de fútbol pretenden
cobrar un canon a las
cadenas de radio (públicas y
privadas) por retransmitir los partidos y sus portavoces aluden a lo improcedente de la
pretensión citando el derecho a la información que asiste a las
partes afectadas(medios de comunicación y
espectadores o público interesado en el deporte rey). Por otra parte,
y al mismo tiempo, unos y otros, pero
esta vez acompañados de nacionalistas (CiU y ERC) y del mayor sindicato de España (CCOO) han pretendido hacerse con
el control de los sistemas de edición de
los informativos de RTVE, unos votando a
favor de
una resolución en tal sentido, y
otros absteniéndose en la misma.
El episodio se ha
saldado con la
inmediata "marcha atrás" del
Consejo de Administración del Ente
Público de RTVE que, después de
convocar una reunión urgente con apenas
48 horas de diferencia sobre
la que había provocado un acuerdo
en sentido contrario, rectificó como
pudo para paliar
el gran revuelo social, político y mediático que,
inmediatamente, suscitó la decisión adoptada. La rectificación fue de
aquellos consejeros que votaron
a favor (PP y CiU) y de los que
se abstuvieron (PSOE, ERC y CCOO),
mientras que los
que mantuvieron su voto negativo (UGT e IU) han podido
sacar pecho en esta ocasión en que lo que se estaba intentando
era, ni más ni menos, que un ataque a la libertad y la independencia de los
profesionales de la información, en este caso, de un medio público, como es RTVE.
La cabra y el monte
Parece que en el
ADN de los políticos de todo tiempo y lugar está profundamente enraizado el deseo de control
de todo lo que se mueve. Y, no digamos, más aún si se trata de los medios de comunicación. Véase, si no, lo que
ahora sucede descaradamente
en Cuba, Marruecos,China, Venezuela o Irán -por dar sólo algunos ejemplos
claros- o hace sólo unos años en
Rusia, España, Italia o Alemania. Y esa
es, a mi juicio, la intención más o menos evidente
por la vía de los hechos de
gobiernos de todo tipo y color.
El del Consejo de
Administración de RTVE no es más que un nuevo capítulo
-quizás el más descarado, eso sí-
de control absoluto de cuanto se muestra y se dice en radio y TV públicos. Pero el
inmediato cambio de directores
generales, de informativos, redactores
jefe y jefes de sección al que se
ve sometido RTVE en
cuanto cambia el signo de un gobierno, tras las preceptivas elecciones
generales, no es más que otra forma
más suave y aceptada
por los mismos profesionales, de ejercer el mismo control que ahora se buscaba en un grado mayor, pero, al mismo tiempo, la prueba del 9 de que la independencia de los medios públicos no va
más allá de la declaración de
intenciones, y de que nunca
ha pasado a los hechos.
Los censores del
tardofranquismo, ya con el traje democrático
atinadamente ajustado, allá por los años
70 del pasado siglo, seguro
que pensaban que su
labor era mal interpretada, como han
intentado explicar ahora los consejeros que
han votado a favor o se han abstenido en esa primera intentona de resucitar la vieja censura
previa. Como ha dicho
el representante de UGT -organización
que, por una vez y sin que sirva de precedente, ha acertado
en su postura- resumía así la forma de ver las cosas de los
frustrados neocensores: "la medida
de controlar la edición de los informativos no está mal, pero la revocamos
porque se nos ha echado todo el mundo encima". Lo verdaderamente grave es que
un esperpento como el
que ha tenido ocasión de ver en primera fila toda la opinión pública española se haya saldado únicamente con la dimisión
del representante de CCOO
en el Consejo de Administración
del Ente Público y no de todos
los demás consejeros que han
votado a favor o se han abstenido en la intención de resucitar la vieja censura franquista. Si han perdido
su conciencia, no estaría demás
que los partidos políticos en los que militan traten de compensar ese déficit
personal y les den una
"palmadita" para marcharse a
casa y que dejen de ocupar un
puesto que han ensuciado con su actitud.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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