La infausta suerte de Mariano Rajoy
lunes 26 de septiembre de 2011, 09:03h
Para compensar la interminable
entrevista del pasado domingo con el candidato Rubalcaba, el diario El País ha
publicado este domingo un reportaje -que no una entrevista- sobre el candidato
Rajoy, donde trata de mostrar alguna de las claves de la perspectiva del
dirigente del Partido Popular.
La idea central es que Rajoy es uno
de esos personajes incombustibles, forjado en las estrategias de supervivencia,
que llegará a La Moncloa por el desgaste tremendo de su adversario. Por cierto,
que esa es la tónica de la política española hace tiempo: aquí se pierden las
elecciones, mucho más que se ganan. En todo caso, Rajoy es el antilider
carismático y conductor. No arrastra masas sino que sabe apoyarse en los
meandros de las organizaciones.
Sin embargo, los marianistas aseguran que,
quizás por eso, será mejor Presidente de Gobierno que líder de la oposición. Y
no deja de tener sentido esa idea. Porque para dirigir la administración
pública son necesarias varias de las cualidades que adornan a Rajoy: capacidad
de mediación, temple, discreción, etc. El problema reside en el tiempo que le
ha tocado vivir. Y para enfrentar lo que se le viene encima si va a necesitar
del carisma que no tiene.
Si Mariano Rajoy hubiera ganado las
elecciones del 2004 probablemente habría demostrado sus calidades y, tal vez,
sólo tal vez, hubiera sido más precavido respecto de la crisis económica que su
antecesor. Pero, si las encuestas no mienten, le va a tocar gobernar en medio
de una debacle económica nacional y europea. Y tal como está ya la calle, la
ingobernabilidad está a la vuelta de la esquina. Es cierto eso que se ha dicho
de que el ganador de las próximas elecciones tendrá que brindar, si no con
cianuro, al menos con aceite de ricino.
Dicho de otra forma, Rajoy comienza
el 21 de noviembre a caminar por el filo de la navaja. Por un lado, la
tempestad económica, de la que no se sabe si habrá estallado en toda su
magnitud antes del día de las elecciones, primero en Grecia y luego en el resto
de Europa del Sur. Y en este contexto, las turbulencias huracanadas están
garantizadas: de estribor llegarán los fuertes vientos de la protesta social,
que abarcarán desde el 15-M hasta los sindicatos, pasando por el rencor de
muchos votantes socialistas; y de babor llegarán las presiones irresistibles de
la derecha dura, tanto política como económica. Y, como suele suceder, en este
cuadro, cada negociación con una banda provocará las iras del lado opuesto.
Desde luego, que esas turbulencias
sociopolíticas no son precisamente lo que necesita el país, pero la cuestión es
que para lograr la benéfica unidad nacional, Rajoy necesitaría de un liderazgo
y un carisma que no posee. Si no lo logró Adolfo Suarez, en una situación mucho
menos dramática, parece mucho más difícil que lo logre el centrista Rajoy. Claro,
hay una enorme diferencia: los militares no son hoy la alternativa política a
la crisis de hegemonía de la derecha política española, como lo fueron
históricamente y aún en la primera fase de la transición. Pero será un milagro
que Rajoy evite la división de sus partidarios, ante la presión social, en
medio de la crisis económica. En otras palabras, será un milagro que consiga la
unión nacional que se necesita para evitar los problemas de ingobernabilidad
que se vislumbran en el horizonte. Así de paradójica es la vida, porque será
una infausta suerte que este superviviente político sucumba justo cuando
consigue alcanzar el objetivo fundamental que lo ha mantenido a flote, gobernar
el país.