Crítica de la película
'El árbol de la vida': Poesía en movimiento
jueves 15 de septiembre de 2011, 22:34h
'El árbol de la vida'
es poesía y como tal debe ser vista. No es una narración al uso sino que
está contada en verso, esto hará que, como la poesía, sea mucho más
críptica y el lector, en este caso el espectador, tenga que poner mucho
más de sí mismo. Una película difícil de explicar porque hace partícipe
al espectador y, como tal, cada uno sentirá la experiencia de forma
personal. Es lo que tiene una poesía, alguien puede llegar a encontrar
el sentido de la vida gracias a ella y a otra persona puede dejarla
absolutamente frío.
Una nueva película de Terrence Malick
es uno de esos acontecimientos que se esperan como agua de mayo entre
la cinefilia mundial. Con sólo cuatro películas a sus espaldas,
'Malas tierras', 'Días del cielo', 'La delgada línea roja' y 'El
nuevo mundo', su quinta producción viene acompañada de la Palma de
Oro del Festival de Cannes. Tras su visionado, podemos decir que no
defrauda. Malick ha entregado su película más personal, más
filosófica y menos narrativa. La historia no es más que una mera
excusa para lanzarse al interior de la mente humana buscando
respuestas. Respuestas a las preguntas eternas que nos hacemos
mientras miramos una noche estrellada. Es, en cuanto a estilo, como
si a 'La delgada línea roja' le quitases toda la parte bélica y
dejases sólo las ensoñaciones del personaje de Jim Caveziel.
En como está narrada está el mayor
triunfo del director. Malick, que siempre tuvo alma de poeta, se
aleja de cualquier convencionalismo para entregar una narración que
en momentos parece sacada de '2001, una odisea del espacio' aunque
sin perder para nada su originalidad. La historia de un niño marcado
por el autoritarismo de su padre, que vuelca todas sus frustraciones
personales en sus hijos y, a la vez, por su angelical madre, un
personaje casi místico que les hace valorar y amar cada detalle de
la vida; no es sino la excusa para que Malick nos enseñe algo
totalmente distinto a lo que estamos acostumbrados a ver, un viaje
por los detalles más microscópicos de la existencia y a la vez por
la inmensidad del cosmos.
La película hará que nos planteemos
muchas preguntas pero no las responderá. Es una de esas películas
que se quedan revoloteando en tu cabeza tras acabar los títulos de
crédito. Tiene la magia de un amanecer, habrá quién lo encuentre
la cosa más corriente del mundo, no obstante ocurre todos los días,
y otros lo considerarán un pequeño milagro. Se nota la pasión de
su director por la filosofía, en una película en la que el frenesí
del mundo moderno queda empequeñecido ante la inmensidad del
universo.
Los actores son peones en las manos del
todopoderoso director, que ha montado su película a modo de sinfonía
de la vida. Es la obra de alguien que sabe lo que quiere y lo
encuentra, aquí los actores y el resto del equipo técnico no son
sino accesorios dentro de una obra totalmente personal. Claro que
siendo ese director una figura legendaria como Malick, todo el mundo
quiere participar. El elenco incluye a Brad Pitt, Sean Penn, Jessica
Chastain o al joven Hunter McCracken, pero es en la sala de montaje
donde se ha obtenido el resultado final de su interpretación. Ya que
si Malick es un perfeccionista en el rodaje lo es todavía más en la
sala de montaje, donde hace y deshace a su antojo, hasta que
encuentra la forma que considera perfecta. Esto ha llevado en esta
película al cabreo de Sean Penn, que ha visto recortado mucho su
papel en la versión estrenada, donde apenas aparece su voz en off y
no tiene ningún gran soliloquio para lucirse. Una pena que un actor
tan brillante, con una incipiente carrera como director, ponga por
delante su ego al resultado final. Penn dijo "No encontré en la
pantalla la misma emoción que tenía el guión, que es el mejor y
más magnífico que jamás he leído. Una narrativa convencional y
más clara hubiera ayudado al filme". No se si cegado por la rabia,
Penn no se da cuenta que si algo le sobra a 'El árbol de la vida' es
emoción y que en su narrativa no convencional está, para bien o
para mal, lo esencial de la película.
'El árbol de la vida' es una película
que se toma muy en serio a sí misma, obra de un director que
considera el cine como un arte. Quién busque una simple diversión o
entretenimiento saldrá defraudado. Quién busque algo más, ésta es
su película.
Foro asociado a esta noticia:
Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
525 | José Cantón Rodríguez - 11/11/2011 @ 09:58:56 (GMT+1)
Anoche vi la película. No soy experto ni aficionado al cine. Pero sí conozco el cine como un mecanismo más de expresión, de transmitir nuevas ideas o reforzar las existentes. Lo mismo que han venido haciendo las artes en el curso del tiempo, en particular la pintura. No hay más que recordar lo que representó el Renacimiento, el barroco o la pintura romántica y nacionalista del XIX. Y el cine no podía ser una excepción. Y además de forma privilegiada porque sus mensajes llegan más rápidamente y a mayor número de personas, traspasando culturas y fronteras. Qué nos transmite la película? Algo tan simple como el dogma cristiano. Con la gravedad de que la tradición evangélica sobre la responsabilidad de los hombres ante Dios viene a dar paso en este film a la tradición católica. El Renacimiento puso en duda que los Evangelios sean literalmente la palabra de Dios. Al considerar la Naturaleza como obra de Dios, la belleza de la naturaleza y sus accidentes geográficos o geológicos serían considerados como expresiones de la divinidad. Eso lo haría el cristianismo, pero mucho antes también lo hicieron el resto de las civilizaciones. Una tradición que exime a los hombres de responsabilidad transfiriéndosela a Dios. Vemos a un padre que ama a sus hijos, pero con un amor basado en la autoridad y en el temor. Ese es el temor de Dios que históricamente se transfiere a la autoridad, a los reyes, a los gobernantes. Solo el amor y la ternura de la madre protegiendo a sus hijos parecen contener los impulsos agresivos del padre. Una posible metáfora de la función intercesora de la Virgen ante Dios. Sin embargo, la agresividad y el autoritarismo del padre parecen impulsar el odio y el deseo de matarlo por parte del hijo. Matar al padre, a la autoridad, al rey o a Dios es algo que se ha intentado de múltiples formas en los procesos revolucionarios. El mal y el bien, el sufrimiento y el dolor de los hombres tendrán también un sentido en los planes de Dios. Un sentido que desconocemos, pero que debemos de aceptar. Dejando al margen las catástrofes naturales que escapan a la capacidad de control de los hombres, podemos pensar en las guerras, en los crímenes organizados, en el terrorismo y en otras muchas modalidades de dañar o perjudicar a los hombres. ¿Por qué razón todos estos acontecimientos tendrían que tener un lugar en los planes de Dios? La aparición de animales prehistóricos parece transmitirnos la inclusión de la teoría de la evolución en los planes de Dios. Y lo mismo ocurre con los planetas. Obviamente, esta cuestión no se podía eludir en la construcción religiosa, dada la existencia de tantos testimonios prehistóricos o el conocimiento que hoy tenemos del universo, a pesar de los muchos detractores de esta teoría en los Estados Unidos. En fin, al margen de calificaciones cinematográficas, el guión hace de ella una historia sagrada, tradicional, involucionista y conservadora, pero realizada con la tecnología y los medios propios de nuestro tiempo.
|
|