Opinión: José-Miguel Vilaiguel Vila
Delincuentes por aburrimiento
lunes 29 de agosto de 2011, 10:42h
Los recientes disturbios, saqueos y enfrentamientos con la policía acaecidos este verano en varias ciudades de Inglaterra (Londres, Birmingham, Manchester, Liverpool, Nottingham, Bristol….) son una más de las constantes pruebas del gigantesco fracaso no solo de los políticos sino también del Estado y de la misma sociedad occidentales.
En los primeros análisis sobre el origen de los actos vandálicos, se apuntaba hacia jóvenes en situación de exclusión social afincados en barrios marginales, pero la detención de Laura Johnson, una chica de 19 años, hija de un millonario británico que fue sorprendida con material electrónico y alcohol por valor de más de 5000 libras, en su flamante automóvil, parecían indicar que las causas de estos disturbios son más profundas. Laura es una brillante estudiante de la Universidad de Exeter, que fue educada en los mejores colegios del país y que reside en una mansión en Orpington (Kent), con pista de tenis y parque privado.
Y el de Laura no fue, ni mucho menos, el único caso que parece echar por tierra la tesis de la marginalidad de los alborotadores. The Daily Mail recogía varios casos más de jóvenes saqueadores, con educaciones universitarias o profesiones prestigiosas: una atleta británica y embajadora olímpica en los Juegos de Londres 2012, una bailarina de ballet, un profesor de primaria de 31 años, un estudiante de derecho, un músico... e, incluso, un chef de comida orgánica.
Entre Madrid y Londres
El caso de estos jóvenes y acomodados británicos alborotadores me ha traído a la memoria un titular que me puso los ojos como platos en julio del año pasado. Decía más o menos así: Cuatro detenidos por robar en chalets en busca de "nuevas sensaciones".
Al parecer, la policía de Majadahonda, un pueblo muy próximo a Madrid, con una renta per cápita por encima de la media de la región, detuvo a unos cuantos jovenzuelos que robaban en casas ajenas aprovechando la noche (cuando los dueños dormían), ya que, posiblemente, la marcha que les ofrecían los pubs y discotecas de la zona no eran motivos suficiente para satisfacer su necesidad de adrenalina .
Esos particulares delincuentes tenían entre 18 y 21 años y pertenecían -como digo- a familias con alto poder adquisitivo y bien estructuradas. Su actividad no era esporádica porque fueron acusados de 28 delitos de robo. Con todo, lo más sorprendente es que los jóvenes delincuentes -según sus propias declaraciones-, cometían esos robos por experimentar "nuevas sensaciones", y no por necesidad. Y es que si la delincuencia común es hija de las carencias más elementales, la de aquellos que lo tienen todo, es siempre fruto inequívoco del aburrimiento.
Profeta Kubrick
Siendo aún apenas un imberbe asistí por primera vez a la proyección de “La naranja mecánica” (Stanley Kubrick, 1971), un film que después he visto varias veces más y que cada vez me resulta más sorprendente por la capacidad de su director para plasmar en imágenes la violencia brutal que es capaz de generar un modelo social que entonces nos parecía muy lejano y que, sin embargo, varias décadas después hemos visto no sólo reproducido con demasiada frecuencia, sino extendido en Gran Bretaña, España, en el resto de Europa y en buena parte del decadente Occidente. La película es una adaptación de la obra de Anthony Burgess realizada por Kubrick. La historia, en pocas palabras, cuenta como Malcolm McDowell y sus amigos se divierten en Londres cometiendo todo tipo de fechorías (apaleando mendigos, cometiendo violaciones o irrumpiendo violentamente en hogares). Su sed de violencia parece que no tiene fin, hasta el día en que Malcom es detenido tras una de sus innumerables “hazañas”...
El consumismo desaforado y la sobreabundancia de bienes ya sabemos que traen como consecuencia inmediata e inequívoca la atribución de falta de valor a todo y la necesidad de procurarse el sustento -que puede, incluso, llevar a emigrar a tierras lejanas en busca de trabajo- , es sustituida por emociones más inmediatas y fuertes como esa de robar y asaltar casas ajenas en la oscuridad de la noche madrileña o londinense o la de sumarse a disturbios, saqueos y enfrentamientos a todo lo que sea identificado como parte del status quo. O cambiamos, o viviremos muchos más episodios como estos…