Ni el uno ni el otro

   Es la primera vez que no asisto en directo a un debate sobre el estado de la Nación y que lo he seguido como cualquier ciudadano, a través de la radio y de la televisión. No sé si habría sacado una conclusión distinta de haber estado sentada en la tribuna de prensa, pero mi impresión como oyente y televidente es que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy son incapaces de entusiasmar a nadie, ni siquiera a los suyos, por más que desde ambas filas se aplaudieran las ocurrencias de sus líderes.

   Zapatero parecía estar en un mitin del PSOE, y el suyo fue un discurso con tanto autobombo que resultaba empalagoso. Todo lo ha hecho bien, éste país es fantástico gracias a él. En el 2004 a lo que parece España era un desastre, pero menos mal que el mundo volvió a dar comienzo el día en que él fue elegido presidente. Además, nuestro presidente es un genio a la hora de decir lo mismo y lo contrario, porque dependiendo quién sea su interlocutor dice una cosa para a continuación decir la contraria al siguiente.

   Verán, a mí me parece que el discurso de Zapatero está agotado, quizá porque en estos tres años los ciudadanos le hemos conocido y vamos sabiendo como es. En cuanto a Mariano Rajoy, que quieren, su discurso resulta rancio. Rajoy no es capaz de entusiasmar ni a los suyos, y por más que lo intenta, lo cierto es que tampoco logra despertar ningún entusiasmo. Es demasiado frío, resulta demasiado lejano, y cuando se pone en plan mitinero peor que peor.

   Creo sinceramente que vivimos una etapa de la política española en que los líderes de los partidos son manifiestamente mejorables. Que a Zapatero le falta consistencia, además de ser sincero, y que a Rajoy le falta tirón además de un programa más acorde con la sociedad del siglo XXI.

   Ni el uno ni el otro son una buena alternativa para el futuro. La pena es que la inercia de los partidos hará difícil que les sustituyan a corto plazo, sólo si sufren un grave revés electoral entonces la maquinaria partidista se pondra en marcha, mientras tanto nos tendremos que conformar con que la mayor cualidad del jefe del Gobierno y del de la oposición sea la mediocridad.