Lo que nos temíamos: el debate era el del año pasado
martes 28 de junio de 2011, 18:44h
Zapatero y Mariano Rajoy parecieron este martes incapaces de zafarse del rifirrafe sobre datos y cifras económicos: como se temía, sus respectivas intervenciones, réplicas y contrarréplicas en la primera jornada del debate sobre el estado de la nación fueron como uno de esos plenos de control parlamentario del Gobierno que se repiten, monótonos, cada miércoles. Números frente a números, acusaciones de falta de colaboración, por un lado, y de incompetencia, por el otro. Perfectamente previsibles el uno y el otro. Zapatero, que saltó al ruedo en plan clásico, hasta volvió a sacar cuadros estadísticos, pese a que algunos asesores le han recomendado reiteradamente que no lo haga.
Nada de un futuro de colaboración, ningún acercamiento. Más de lo mismo. El último debate sobre el estado de la nación de esta Legislatura fue igual que el anterior, muy similar al precedente de este y sospechosamente parecido al anterior del anterior del anterior. Ni vuelo alto, ni grandes ideas, ni siquiera buen talante: siete años y dos meses después, Zapatero, que se va, y Rajoy, que podría sustituirle, siguen sin entenderse ni siquiera a la hora de escenificar la confrontación parlamentaria. El debate entre ambos podría haber sido el del año pasado. Lo malo es que ahora la situación económica, institucional, social, ha empeorado bastante.
Zapatero empezó el debate, por la mañana, con un discurso frío, correcto, con muchas cifras, con poca autocrítica –constantes reafirmaciones en el rumbo emprendido-- y con ideas de futuro perfectamente descriptibles en su cantidad y altura de vuelo. Ha perdido ‘punch’ y entusiasmo. Obviamente, su discurso fue el de alguien que se está yendo y quiere dejar la casa ordenada, por el qué dirán los nuevos inquilinos; aunque cierto es que, por la tarde, y ya en el cuerpo a cuerpo con Rajoy, ZP recuperó su fogosidad: Rajoy, obviamente, excita su adrenalina.
Fue un discurso incapaz de entusiasmar y posiblemente no lo pretendía, aunque siempre insistió en destacar los datos positivos sobre los negativos (“estamos en una recuperación gradual, en ascenso”). Pero todo teñido de la insoportable levedad de esta política, aquí y ahora. Incluso la mano tendida al diálogo fue difusa, leve, inconcreta. Lo mismo que el guiño a los ‘indignados’ del 15-m, a los que, por supuesto, no citó expresamente (sus reivindicaciones “son de interés indudable para los gobernantes democráticos”).
Era el típico discurso elaborado por gabinetes, con muy pocas gotas de valor personal. Y lo peor de todo: fue un discurso aburrido, a duras penas aplaudido en un par de pasajes por un grupo parlamentario que pretendía ser solidariamente entusiasta. No, no ha sido la mejor muestra del parlamentarismo de Zapatero esta inicial intervención en su último debate sobre el estado de la nación. Aunque cierto es que el presidente iba a crecerse en la sesión vespertina, al fajarse con Rajoy: muy aplaudido por los suyos, sobre todo cuando dijo aquello de que Rajoy “es el perfecto perro del hortelano: ni apoya ni propone nada”.
Rajoy, en su primera intervención, estuvo igualmente previsible. Regañador, contundente a la hora de repetir que ‘estamos mal’ a base de sacar las mismas cifras de siempre. Insistente pidiendo el adelantamiento de elecciones. Luego, queriendo, en ocasiones, ser sarcástico (“le he visto, señor presidente, de los nervios. Y lo entiendo”). Incluso anunció la presentación de tres proposiciones de ley “para después del debate”. Lo que, por cierto, fue acogido con un raro sentido del humor y cierta sorna por Zapatero: “con esos proyectos que usted trae, tendremos que agotar la Legislatura para debatirlos, ¿ve usted como tengo razón para no adelantar las elecciones?”.
Ninguno de los dos, ni Zapatero ni Rajoy, iba a hacer historia, en este martes sin embargo histórico, en el parlamentarismo contemporáneo. Están, es la verdad, muy vistos; han de renovarse…o moriremos de tedio.
fjauregui@diariocritico.com