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Patinir inunda el Prado de magia y misterio en su primera gran exposición

lunes 02 de julio de 2007, 20:15h
El pintor flamenco Joachim Patinir, considerado el padre del paisajismo, inunda de magia y misterio las salas del Museo del Prado con "La invención del paisaje", la primera gran exposición dedicada a este desconocido y enigmático artista que reúne hasta el 7 de octubre dos terceras partes de toda su obra. Este lunes se ha inaugurado la exposión, en la que el director del Prado, Miguel Zugaza, ha declarado que Patinir "concede al paisaje un papel autónomo, con una exposición que difícilmente podrá repetirse".
Joachim Patinir (1495-1524) es un artista "original, peculiar y fascinante; con una obra llena de magia y que cientos de años después sigue emocionando", señaló Alejandro Vergara, comisario de la exposición y jefe del departamento de arte flamenco del museo madrileño. Este desconocido y enigmático artista, del que se tienen pocos datos biográficos, es el primero que cultiva el paisaje con tal éxito "que su manera de pintar se convierte en un género", añadió Vergara.

Patinir seduce al visitante con el halo onírico y enigmático de sus obras, una paleta protagonizada por una hipnótica gama de azules y vivos colores, y una temática que gravita sobre la lucha entre el bien y el mal, el vicio y la virtud; y una estética que guarda cierta semejanza con El Bosco, contemporáneo suyo.

El Museo del Prado era "el único" centro artístico que podía organizar esta primera monografía del pintor, según aseguró Gabriele Finaldi, director adjunto de conservación e investigación del museo, y es que seis de las pinturas del limitado catálogo de este artista permanecen "secuestradas" en Madrid: cuatro en el museo madrileño, uno en el Thyssen y otra de sus obras más importantes, "Paisaje de San Cristóbal", en el Monasterio del Escorial. Esta última conforma el corazón de "La invención del paisaje", junto con los cuadros "El paso de la laguna Estigia" y "Las tentaciones de San Antonio Abad", ambos del Museo del Prado.

Patinir cristaliza en sus cuadros la tensión entre "el mundo terrenal pecador y un más allá sorprendentemente bello", arguyó Vergara, para quien las figuras representadas en estas obras, son "peregrinos que avanzan por un mundo, en el que sortean los obstáculos del diablo".

El Prado completa esta monografía de Patinir con veintiséis obras de sus más importantes precursores y seguidores, como fueron El Bosco, Van der Weyden o Durero, quien definió a su colega flamenco como "el buen pintor de paisajes".

La opaca trayectoria de Patinir se desarrolla durante nueve años en uno de los mercados artísticos más competitivos que jamás haya existido: la Amberes del siglo XVI, una ciudad en la que convivían trescientos artistas, en una urbe que no superaba los cincuenta mil habitantes. En un escenario de estas características este artista ofreció "un producto nuevo e innovador" que, combinado con su especial sensibilidad, tuvo un éxito sin precedentes en la etapa conocida como Renacimiento Nórdico.

"Esta monografía no es un capricho del Prado, sino una exposición que invita al público a conocer a este desconocido artista con ojos de apasionado por el arte", indicó Vergara, que recordó que la comunidad artística internacional viene reivindicando desde hace años la necesidad de una gran exposición de Patinir.
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