La perplejidad que el reciente estudio de la ONU sobre consumo de cocaína ha producido a los españoles en general, sólo puede ser superado por la producida a los españoles de Miranda de Ebro en particular: éstos son, según la ONU y sólo superados por los neoyorquinos, los seres humanos más cocainómanos del mundo. ¿Será posible? A menos que el estudio se equivoque, o bien que las aguas residuales de Miranda (fuente primordial del análisis por el rastro indeleble que la coca deja en la orina) contengan los vertidos de algún superlaboratorio clandestino de la dicha droga, resulta que en Miranda salen a 97 rayas por mil habitantes al día, muy por encima de Londres (20), Madrid (19) y París (11), grandes ciudades de marcada inclinación drogadicta. ¡Santo cielo! Si esto es verdad, si en Miranda de Ebro la ciudadanía se pone sin freno ni tasa, ¿qué demonios está pasando en Miranda?
Sabemos que los medios de comunicación de carácter nacional (la prensa y los noticiarios de radio y televisión) sólo prestan atención a lo que sucede en las grandes urbes del país, dejando para el resto algún pequeño lugar para noticias relacionadas con la política (en tiempo de elecciones) y los sucesos. ¿Ha ocurrido algo tremendo en Miranda y no nos hemos enterado? ¿Se ha ido desarrollando en la extraordinaria villa burgalesa alguna cosa extraña que ha generado semejante vorágine, semejante y multitudinaria necesidad de evasión? Que los neoyorquinos se ponen de coca hasta salva sea la parte, se podía suponer a la vista de la extravagante realidad ordinaria de sus criaturas, pero ¿los mirandeses también? ¿Y en un grado tan superlativo y tan nefasto para la salud pública y, desde luego, para la de los particulares? Me resisto a creerlo, no me cabe en la cabeza. Pero sí, como se ha demostrado, España es el país donde se consume proporcionalmente más cocaína (por cierto, qué pena), ¿tan descabellado sería suponer que alguna de sus ciudades ostente tan escalofriante nivel de consumo? ¿Qué pasa en Miranda? Diga algo Miranda y no nos tenga así.