Zapatero huye de sí mismo
lunes 04 de abril de 2011, 21:07h
Se dicen y se dirán tantas cosas sobre la anunciada retirada de Zapatero que, en el festival de la charlatanería político-mediática, se intentará confundir a la gente.
Suele ocurrir siempre, lamentablemente, ante noticias de este calibre. Los políticos en busca de notoriedad y votos, los medios para aumentar audiencia y publicidad.
Para los ciudadanos la cosa es simple y clara. Zapatero, esta vez, ha hecho caso a la voz de la calle: que se vaya. A la voz de la opinión pública expresada en las encuestas. A la voz de los millones de parados. A la voz de los que temen perder su puesto de trabajo. A la voz de los pensionistas que ven mermadas sus pensiones. A la voz de la economía en quiebra. A la voz de los que le votaron y están defraudados. A la voz de un futuro aun negro.
Por esto, más que de una retirada, parece una huida. De los problemas reales, de los que ha creado y de los que están por venir. Y una fuga de sí mismo. Porque ya no es lo que era –con buenas intenciones equivocadas- en tiempos de la sonrisa y el talante, de las promesas fáciles, del redentorismo demagógico de los débiles y los marginados. Ya es otro. Ni el mismo se reconoce, obediente, forzosamente “sí o sí”, a los Botín y a las Merkel.
Huye de sí mismo, porque le echan sus errores pasados, de novato, iluso o insensato, y la desbocada crisis de ahora, que no supo prever, ni admitir, ni controlar. Aunque –genio y figura hasta la sepultura- intente salvar la cara, perjudicando a su partido –dividido y desorientado- ante las próximas elecciones locales y autonómicas de mayo, y sin atreverse a adelantar las generales, que podrían clarificar el panorama, con lo que perjudica, también, al país, sometiéndolo en la interinidad y el desconcierto.
Zapatero huye de sus errores, de los problemas y de sí mismo, pero no de su ego, que ahora revestirá de víctima propiciatoria en el altar de la salvación de todos los hijos de Eva. Que los dioses le oigan.