Existe una tendencia reiterativa de la oposición a denunciar que se aplican distintas vara de medir a las conductas o a los indicios de conductas de unos u otros ciudadanos según sea su filiación política. Se refieren a la vara de la justicia en forma genérica, preferentemente a las actuaciones prejudiciales de policías o fiscales antes que a las sentencias de los jueces, por considerar a los citados vinculados al poder ejecutivo, como custodios o promotores del Derecho, aunque no sean sus intérpretes o definidores. Quizá esté justificada esta suspicacia con desproporciones evidentes que pone en entredicho el principio de imparcialidad que impone la Constitución y al Ministerio Fiscal.
Pero el Derecho no es una ciencia exacta ni las leyes fórmulas matemáticas. Las interpretaciones de la justicia están inevitablemente influidas por la naturaleza humana de los jueces y las circunstancias sociales que rodean a los hechos juzgables. Los sistemas garantistas, como el nuestro, están llenos de recursos y apelaciones que intentan corregir las deformaciones que puedan afectar a la rectitud de las varas de la justicia y, por supuesto, todos deseamos que los ciudadanos resulten iguales ante la ley y sean tratados equitativamente, sean cuales sean sus posiciones políticas.
Pero resulta cargante que cada vez que las sospechas, a veces indicios razonables de culpabilidad, recaen sobre un político salga un loro de turno diciendo lo de las diferentes varas de medir en lugar de aclarar el fondo del asunto. La asquerosa plaga de corrupción que pulula en esta tierra, necesita más afán de ejemplaridad que retórica de comparaciones esgrimidas casi como atenuantes. Si alguien quiere merecer confianza para regenerar tanta suciedad, debiera pensar antes en lavadoras con potentes detergentes que en la longitud de las varas de medir. Las diferencias de trato achacables a los auxiliares y promotores de la justicia no puede servir ni para exculpación de los imputados ni para la negligencia de los dirigentes políticos obligados a mantener el prestigio y ejemplaridad en sus propias filas. También hay varas de medir en el interior de los partidos políticos que tampoco se aplican en todos los casos con el mismo criterio.