Son los de siempre. Pertenecen a ese perfil al que, muy acertadamente, se ha dado en definir como cavernario. Incluso, se les compara con el fenómeno norteamericano del Tea Party, aunque hay que recordar que este, dado el contexto histórico del país en que se inscribe, no puede tener entre sus referentes a regímenes autoritarios ya sean lejanos o cercanos.
Dicen ahora que ya están hartos de películas sobre la Guerra Civil: mentira, no están "ya"; lo estuvieron desde que el cine español, con la democracia, cambió el signo de buenos y malos en las películas sobre la contienda. En todo caso, somos los demás los que sí nos cansamos del nuevo maniqueísmo porque veíamos que tampoco era ecuánime. Y como el lector ya verá por dónde van los tiros, cabe señalar que Pa negre es una película que habla de la Guerra Civil. Pero, como en la novela en la que se basa, por una vez no busca culpables.
En su ignorancia, los susodichos caen en el lugar común de criticar que se haya galardonado a un director por su condición de homosexual. Que no se preocupen, también los que para nada coincidimos con ellos reconocemos que se están confiriendo valores añadidos a circunstancias que por sí no los tienen. Ni en sentido positivo ni negativo. Pero es que resulta que Agustí Villaronga es uno de los directores más interesantes que ha dado el cine español en los últimos años, reconocido internacionalmente. Y, para más inri, y para tranquilizar a las mentalidades -¿cerradas a fuer de 'liberales' o viceversa?- no tengo muy claro que el director mallorquín sea un furibundo nacionalista. ¡Ah!, y en 1992 dirigió el documental Al-Andalus: Las artes islámicas en España. Lo explico por si esto aplaca algunos ánimos.
Aunque, claro, ya sabemos que para todos estos los premios Goya deberían otorgarse a películas como A la legión le gustan las mujeres, El ruiseñor de las cumbres y, sobre todo, al Franco, ese hombre, que les llevó al orgasmo desde el primer fotograma. Lástima que todas ellas llegan tarde para competir. Son de la época de la caverna.