martes 15 de febrero de 2011, 21:57h
La revolución de Egipto ha afectado más de lo que nos imaginamos a muchos de nuestros compatriotas. Ante el cariz que llegaron a tomar las cosas, con Mubarak agarrándose a su dictadura como una lapa, no sólo pasaron miedo los turistas que andaban por allí viendo las pirámides, sino también más de un trabajador de empresas españolas que operan en la zona. Ingenieros y altos operarios, algunos de ellos de Castilla y León, fueron ‘rescatados’ por el salmantino Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola. Ante la incertidumbre y la tensión existente, Sánchez Galán envió un avión para repatriarlos. No llegó a ser Dennis Quaid en ‘El vuelo del Fénix’, pero ganas no le faltaron. Energía, desde luego, debe sobrarle.
En círculos ejecutivos de importantes compañías de la Comunidad se comenta con sorpresa, y agrado, esta decisión porque son muchos los intereses empresariales en la zona, especialmente, como es lógico, los relacionados con todo tipo de energías. En esa región de Oriente Medio y Norte Africano operan varias de nuestras empresas, algunas cotizantes en Bolsa. Que una empresa como Iberdrola haya tenido una actitud así con su gente es algo a tener en cuenta. A los cerebros hay que cuidarlos, no sea que los robe la Merkel a golpe de talonario.
Antes de que Mubarak cogiera las de Villadiego la cosa se puso tan fea porque los partidarios del dictador veían a los extranjeros como enemigos. No sólo eran objeto de robo y acoso los enviados especiales de los medios de comunicación, sino toda persona con porte occidental. Nos han contado que más de uno pasó verdadero miedo. La desconfianza, en situaciones como esta, suele extenderse como una mancha de petróleo en el mar.
Sólo faltaría que el oro negro, el gas y otras energías de la zona que nutren a España entraran en crisis. De eso no tendría la culpa Zapatero, pero toquemos madera, porque la falta de excusa no nos libraría de un mayor descalabro económico.