Perdón a los suyos

El nuevo disfraz de la llamada “izquierda abertzale” está pasando los filtros de la administración y de la justicia entre razonables recelos y desconfianza de quienes conocen los antecedentes de juego tramposo del terrorismo acosado. Se observa la falta de arrepentimiento por el pasado sangriento y la ausencia de peticiones de perdón a las víctimas. Sería lógico meter en cuarentena a los contaminados por décadas de cooperación con el crimen y la extorsión como instrumentos políticos.

El pretendido chantaje es convertir una tregua forzada por la presión policial en moneda de cambio para acceder a unas elecciones municipales. Una insuficiente promesa de paz a cambio de unas concejalías. Ahora borrón y cuenta nueva y a funcionar con “Sortu” el proyecto de partido-disfraz con nombre de administración de loterías que se compromete verbalmente con el futuro, no con el pasado que, al parecer, no tuvo nada que ver con la “izquierda abertzale”, socialista y separatista.  Pedir perdón por el pasado es demasiado y pedir a Eta que se disuelva mucho más.

Pero lo que no pasa por la mente de estos “neoabertzales” es pedir perdón a su propia gente. Quienes envenenaron a jóvenes desocupados, predicaron odio a los niños en las “ikastolas”, movilizaron mozalbetes para la “kale borroka”, coaccionaron a profesores, ensuciaron la sotana de algunos curas, saquearon el bolsillo de los empresarios más próximos y eliminaron la libertad política en algunos pueblos vascos, están dispuestos a no dar explicaciones a las gentes intoxicadas por su “abertzalismo” a cambio de alcanzar los beneficios propios de la administración local española.

Ahora los ensalzados como “gudaris” , desterrados y perseguidos como criminales, embarcados por el “abertzalismo” en la lucha por la patria irredenta, deben acabar su inútil y macabra tarea acatando la Ley de partidos española para que unos cuantos avispados ciudadanos logren un puesto de concejal o la alcaldía de algún villorrio. Aquí paz y después gloria. No hay nada que decir, no solo a las auténticas víctimas del terrorismo sino a los que consideraban suyos. A los indoctrinados por su delirio, a los mal pagados con las extorsiones, a los engañados con sus mentiras históricas deberían explicarles, por lo menos, cuánta carne de “gudari” podía costar cada sueldo de concejal.