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Gracias, Olga

Gracias, Olga

martes 12 de junio de 2007, 18:46h

Tras 47 jornadas ya se sabe que ser la fiscal en el 11M significa una sentada de ocho horas diarias en las sillas tapizadas de azul de la Casa de Campo, dispuesta a estimular testimonios, juntar pruebas y discutir tesis jurídicas para logra la condena de los que se considera autores de la mayor masacre terrorista que ha sufrido y sufre este país. Todo contenido en legajos, archivos de word y pdf y millones de datos acumulados en los discos duros y los pen drive. Tres años y medio de trabajos ordenados por el Derecho Procesal en busca  de una sentencia que llegará después del verano. Todo muy meticuloso. Todo debe ser muy frío.

En ese mismo tiempo hemos aprendido que ser víctima en el 11M debe consistir en armarse de valor cada día que se acude a esta Sala para ocupar, en silencio, una de las sillas de madera de pino que le están reservadas como mero espectador al que no se le admite ni una reacción, casi ni un gesto de alteración. Eso queda para los descansos en la calle de acceso a los recintos feriales o en el breve vestíbulo habilitado tras el arco detector de metales y los controles policías de la campestre sede de la Audiencia Nacional. Mientras han ido resguardándose como han podido del frío, la lluvia o la solanera del gran parque madrileño, camino que del juicio, han ido asumiendo que a poco que miren a la derecha, a la pecera, se van a encontrar con la mirada o con los gestos distendidos de los que seguramente truncaron su vida para siempre y se llevaron, de paso, la de su hijo, su marido, su mujer... sus seres queridos. Incluso han llegado a empezar a comprender que también es cariño, como el suyo, lo que ha llevado a la Sala, a sentarse junto a ellos, a familiares de algún acusado. Pero todo eso se lo tienen que guardar muy adentro. Porque todo debe ser muy frío.

Ser víctima o ser fiscal significa no exteriorizar emociones. El Tribunal esta para hacer justicia, no para dar ánimo o consuelo. Tampoco para permitirlos. La justicia lleva los ojos tapados y no tiene hombros en los que apoyarse para llorar ni extiende sus brazos para abrazar. Pero la justicia penal se construye siempre sobre el dolor y sobre muchas lágrimas. Y hoy la fiscal Olga Sánchez y algunas víctimas han acabado la sesión de la mañana con lágrimas en los ojos.

Ha sido siempre discreta, siempre eficaz, directa y sin titubeos. Pero hoy Olga se atropellaba a veces en su relato, perdía el ritmo, le faltaban en ocasiones las palabras, aunque todo lo leía del escrito que reflejaba el monitor de su ordenador. Recordó que el 11 de marzo de 2004, a las cinco de la tarde, en IFEMA, junto a los primeros cadáveres que iban llegando, la fiscal empezó a trabajar en el sumario, al que luego se le conocería por 20/2004. Desde entonces hasta esta mañana, que prácticamente finalizó su trabajo ante la Sala, solo ha pensado en las víctimas, en que les debía una explicación de lo ocurrido aquel día horrible. Por eso ha finalizado su pormenorizado relato hablando de ellas. Ha nombrado a muchas víctimas por su nombre y sus apellidos, sabe quienes son, que familiares o amigos perdieron en los trenes de la muerte y a qué hora, ha llegado a conocer a sus niños, hijos, hermanos, primos... Y entonces sí, han aflorado las emociones, se ha hecho el silencio más espeso en la pecera en la que ninguno de los reos sabía a dónde mirar. Y ha resultado de un rigor excesivo que el presidente, Javier Gómez Bermúdez, la haya llamado al orden porque ha criticado la deleznable actuación de algunos compañeros de esta bendita profesión que han escrito o hablado olvidándose lamentablemente de la dignidad y la memoria de las víctimas. Tiene razón el presidente, eso no se enjuicia en el sumario 20/2004, pero si la justicia se imparte sobre tanto dolor y tantas lágrimas, es de ley que el fiscal repruebe tanta especulación interesada que solo ha servido para hacer daño. No me conformo con pensar que se refería a los que han alentado de cualquier manera la teoría de la conspiración. O a los que han soñado un scoop desvelando, sin permiso, la tragedia personal de laguna víctima. Me aplico la plática porque muchas veces nos ha pasado como al Tribunal, nos hemos olvidado al hacer nuestras informaciones o nuestros comentarios que tras los testimonios, las periciales, los informes, los legajos y los miles de millones de datos almacenados en los portátiles había y hay miles de personas sufriendo. Y no estoy seguro de que siempre las hayamos sabido respetar en su dolor. Gracias, Olga.

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