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Duro año el 2011

Duro año el 2011

miércoles 26 de enero de 2011, 16:37h

Chávez vio en los damnificados la carne de cañón a la mano para incrementar las invasiones

Cuando las perspectivas que, desde octubre y noviembre, se avizoraban para el 2011 no eran nada halagüeñas, las pertinaces y a ratos violentas lluvias de diciembre vinieron a complicar aún más un año como el que nacía. De pronto el país vio ante sí a miles de familias que quedaban con lo que cargaban puesto, a merced de todos los males. Y ese país se movilizó. Por todas partes aparecieron centros de acopio y montones de iniciativas para prestar ayuda.

Para todos, pero en primer lugar para quienes estaban a la intemperie, fue una desgracia que Hugo Chávez tuviese una necesidad desesperada de lucir como un Rey Mago cargado de ofertas y promesas. Rápido su régimen hizo saber que esos damnificados eran suyos y de nadie más. Serían confinados a refugios oficiales, no se propiciaría ninguna presencia de medios audiovisuales que no fuesen los chavistas y, no faltaba más, se convertirían en carne de cuñas.

Por doquier y a cada rato aparecería Hugo Chávez besuqueando niños y ofreciendo casas instantáneas. Una especie de Cristo en campaña. Llegó, incluso, al colmo de hacer uso obsceno de las evidentes y lacerantes necesidades de los damnificados: serían la excusa perfecta para una abusiva -e innecesaria- Ley Habilitante que sin pudor una Asamblea Nacional agonizante le extendió más allá de su muerte.

Había más: de un modo perverso, satánico podríamos decir, Hugo Chávez vio en los damnificados la carne de cañón a la mano para incrementar las invasiones ("cuanto galpón vean por ahí vacío, tómenlo"); y, peor, los desalojos (los comités de ancianos disfrazados de milicianos, sin más, se presentarían en cuanto estacionamiento se asoma por la ciudad a tomarlos y que para construir viviendas). Para concluir burocráticamente con esa gran simulación, se sacó de la manga un tal Ministerio de la Reconstrucción.

Todo pareció tan completo que los eternos pesimistas, los del todo está negro, siempre, dictaminaron, una vez más, que todo era una vasta e inmejorable coreografía donde hasta la naturaleza cumpliría los deseos de Bolívar, su "haremos que nos obedezca". Hugo Chávez, de nuevo, huyendo hacia adelante, espada de la radicalización en ristre.

Nada se vería, por supuesto, en esos predios tomados ni en esas viviendas confiscadas, nada parirían decretos ni ministerios invadidos por la "fiebre redentora" de ubicar damnificados hasta en los despachos más encumbrados y en los desbaratados museos, pero lo que sí crecería de modo pasmoso serían los enemigos del régimen. Hoy abundan como la verdolaga. Eso es lo que dicen todos los runrunes de encuestas y sondeos.

Pero cualquier venezolano que pone a vagar ojos y oídos escasa necesidad tiene de encuestas, porque el malestar se exuda por doquier. Ya la gente no habla con los ojos, ni siquiera con la temerosa voz bajita de cuando el temor domina. No, ya es a grito pelao y por doquier. Ya el país tiene un fuerte olor a Túnez.

Y es este olor que ya recorre a las satrapías del mundo árabe el que trae a este año 2011 -el del segundo centenario de nuestra Declaración de Independencia- un invitado inesperado: la sublevación contra las autocracias. Ojo con esto, la revuelta que al triunfar en Túnez se extiende como pólvora por la vecindad no es para imponer el radicalismo islámico, ni para talibanizar los países musulmanes. No, es para demoler las autocracias corruptas y criminales que no han hecho otra cosa que burlar la voluntad de sus pueblos y mantenerlos en el temor frenético. Eso, al parecer, toca a su fin.

Hugo Chávez, de pronto, tendrá la vecindad que le quedaba cambiada de cabeza a pie: pura hostilidad al amigo de sus opresores es lo que los renacidos pueblos, ahora sí liberados al fin, le mostrarán por doquier. Y en esa misma medida la democracia venezolana tendrá seguros amigos allí donde señoreaban los compadres de Chávez. ¡Aleluya!

Como si con ese súbito cambio de aires no bastara, el Congreso del Partido Comunista Cubano que se celebrará del 16 al 19 de abril -¡qué fecha, no!- será el inicio oficial de la ruta Gorvachov de la ya fenecida revolución cubana. Si hasta les hemos dado un cable submarino para que puedan recorrer -y transmitir- mejor esa segura ruta. ¿Llegará a Cuba justo para transmitir las revolucionarias conclusiones de ese Congreso?

Todo apunta, pues, a que el chavismo se adentra en un annus horribilis que dejará pálido al que padeciera la reina de Inglaterra hace algunos años; en uno que acerca veloz el momento feliz de la liberación, jamás tan ansiada como ahora.

antave38@yahoo.com

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