¡Tachin-tachan-tachintatachan! “España no es un caso perdido” ¡Tachin-tachan! “España tiene sed de urnas” ¡Tachintatachan! ”Zapatero es el paro y el despilfarro, nosotros trabajaremos por el empleo” ¡Tachin-tachan!... Fue como la grabación de un videoclip electoral con un prota que ya parece haber encargado a los suyos que tomen medidas del despacho de la Moncloa para redecorarlo y miles y miles de extras que también se sienten ya presidentes autonómicos, alcaldes y concejales. En la orgía de euforia de Sevilla, Mariano Rajoy ha vuelto a eludir una sola propuesta que le pueda valer a este país para seguir tirando hasta que ellos logren el cambio por el que tanto porfían. Tampoco ha habido demasiado tiempo para ideologías. Aunque sí algunos minutos de gloria para los iluminados de la casa. Y para ocuparlo nadie mejor que José María Aznar, el hombre al que no debemos perdonar nunca que se fuera porque, ya se sabe, desde que el no está “España es marginal”. Claro que debió de ceder algún minuto en prime time a Jaime Mayor Oreja. También es imperdonable que Aznar no le designara su sucesor porque -eso lo hemos sabido porque lo ha contado el propio Mayor este fin de semana- desde entonces “España está abrazada a la cultura de la muerte de los socialistas”.
Solo unos toques talibanes para enardecer al electorado más integrista pero que no desenfocan el mensaje light pintado en azul esperanza de los colores corporativos del PP. Quedan catorce meses para las elecciones y la única propuesta popular es que la gente aguante confiando ciegamente en que cuando ellos lleguen volveremos a atar a los perros con longanizas. Pedro Arriola y demás estrategas de Génova han impuesto sus teorías. Hay que resistir hasta las elecciones sin mojarse en nada: ni en pensiones, ni en reforma laboral, ni en transformación de las cajas, ni en déficit, ni en nada de nada. No mojarse porque para eso está el Gobierno que se llevará el chaparrón por la impopularidad de las reformas y el día a día de la crisis y las arremetidas de los mercados. Y luego vendrá el tsunami, que debe empezar en las autonómicas y municipales de mayo, que se llevará a los socialistas y les colocará a ellos en el poder a no más tardar de la primavera de 2012. Y mientas tanto más ¡Tachin-tachan-tachin-tatachan! Y más, “Zapatero es paro y despilfarro” y más “España tiene sed de urnas”. Los ciudadanos nos merecemos más, mucho más de la única alternativa que nos queda al PSOE. Tenemos derecho a saber que proponer hacer para mejorar nuestras vidas, que harían ellos bien y cómo donde el Gobierno lo hace mal. Sería la manera de saber si podemos confiar en ellos o no. Pero mucho me temo que nos tendremos que conformar con este muermo.Decía no hace mucho José Antonio Marina que “hemos asistido a la idolatría de las culturas. Todas eran igual de valiosas, lo cual es una estupidez”. La verdad es que no “hemos”, seguimos inmersos en una cultura precaria, de bajo nivel, de usar y tirar, apresurada, en la que cualquier discrepancia o descalificación de supuestas ideas se toma como una ofensa a las personas y, por el contrario, cualquier persona puede instalarse en el insulto y en la descalificación sin ofrecer ni un solo argumento.
No hay debate cultural ni de ideas ni ético o moral –ni tampoco pensadores o filósofos en los medios- en esta sociedad de la innovación y el cambio vertiginoso y los vaivenes de la política, de la economía, del arte, incluso de la ciencia, nos dejan a la intemperie. Y por el contrario, como decía recientemente un periódico, en cuyas páginas escriben algunos expertos en la descalificación del contrario, “el insulto se ha instalado en la conversación española y se ha convertido en espectáculo”.
La televisión tiene buena parte de culpa, pero, al final los culpables no son los personajes que protagonizan esa precarización de la cultura, sino quienes programan los espacios chabacanos, degradantes, desconsiderados, de maltrato y de chantaje en los que participan las “estrellas” cobrando indignantes salarios, y, por supuesto, quienes le dan audiencia, es decir los millones de espectadores que los siguen. Y si me apuran, también es culpable el ciudadano que discrepa de esa “socialización de la estupidez y de la vulgaridad” como la ha calificado el filósofo Emilio Lledó, y que sin embargo calla, no muestra su malestar y no exige otra cosa. Ver como una canal de noticias de excelente calidad como era CNN+ ha sido sustituido por la transmisión ¡24 horas al día, todos los días de la semana! de ese espectáculo denigrante, insulso, pura bazofia que es Gran Hermano es el mejor exponente de lo que digo.
Los que hace años decían que había que socializar la cultura, que la cultura era del pueblo y debía ser gratis total, no sólo son responsables de esos intentos de implantar una nueva censura en internet, sino que dirigen las máquinarias que producen una cultura sin valores, plagada de insultos y descalificaciones, que, además es la escuela en la que beben los más jóvenes. Esa cultura banal, de griterío e insultos, de descalificaciones está en las televisiones y en la calle, pero también en el Parlamento y es lo que aprenden quienes van a gobernar este país dentro de unos años. Dice un hombre culto y sabio, el abogado Antonio Garrigues, que “esta crisis no se va a resolver sólo con dinero, sino con una profunda regeneración ética”. Capital humano, con fundamentos éticos, frente a una cultura precaria y, lo que es peor, a la aceptación pasiva de lo denigrante, ese acostumbrarse a tragar cualquier bazofia que nos den.