Donde la única ley es la ley de la selva, cuando por el botín se imponen, por botín fenecen
Está de moda en la TV norteamericana una serie sobre la vida cotidiana de una familia de nuevos ricos -los Kardashian- que destaca por su mal gusto e insolente ostentación.
El fenómeno Kardashian es antiguo y universal: el torpe despliegue de la riqueza súbita. En Latinoamérica -contra todo estereotipo de sociedad impermeable- siempre han habido enriquecidos súbitamente, frecuentemente gracias a favores de sucesivos gobiernos.
Existe todo un catálogo de rótulos para identificarlos: macarra, hortera, chabacano, charre, siútico, cursi, guarango, grasa, groncho, huachafo, mamón, mamarracho, naco, picúo, pavoso, tilingo, cafona, y así sucesivamente desde la vieja Iberia hasta penetrar todas las esquinas del nuevo continente.
Hasta tiempos recientes la mayoría de nuestros nuevos ricos solían perseguir objetivos muy loables: alcanzar la superación social en todos los sentidos. Buscaban a ingresar a niveles superiores de educación y cultura, por lo general imitando -a veces torpemente- a quienes ocupaban posiciones más destacadas de su respectiva sociedad.
Hoy se siente cierta nostalgia por las inofensivas cursilerías de antaño.
Porque la actual triste realidad es la aparición de una oleada de nuevos ricos resentidos y sin aspiración ni deseo alguno de superación: son los que hacen culto a lo cutre, alardean su propia vulgaridad, y se refocilan agresivamente pisoteando valores.
En Latinoamérica su clásica manifestación es una lacra de narcotraficantes cuya arrogante ostentación de fortunas mal habidas se equipara tan solo con el ofensivo mal gusto desplegado al dilapidarlas.
Sus filas las engrosan los llamados populistas o "comunistas" del siglo XXI, cuyo grosero y revanchista comportamiento social sólo se equipara al de aquellas mafias.
Los viejos comunistas traían la fuerza de un idealismo genuino. A los del siglo XXI apenas los unifica un solo factor: el dinero y el odio. Se apropian de etiquetas ideológicas, pero caen como desesperada plaga de langostas sobre fondos públicos y privados.
Cuando -con botas y charreteras o sin ellas- forman parte del séquito de bárbaros caudillos, agregan un hipócrita servilismo a la generalizada podredumbre de regímenes cuyo aglutinante fundamental es el dinero. Sus principales representantes personifican el decir de Voltaire: "Los que creen que el dinero lo hace todo, suelen hacer cualquier cosa por dinero".
Allí precisamente reside el talón de Aquiles del "comunismo Kardashian", porque donde la única ley es la ley de la selva, cuando por el botín se imponen, por botín fenecen.
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