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¿Podrá sobrevivir la diplomacia?

¿Podrá sobrevivir la diplomacia?

jueves 06 de enero de 2011, 16:13h

La relación entre secreto y diplomacia no ha resultado lineal. Mientras el realismo los une, el idealismo los separa. Desde los padres fundadores de Estados Unidos hasta el presidente Woodrow Wilson, ha existido una corriente idealista en la política exterior norteamericana, que identificaba el secreto con la opacidad malsana propia de la diplomacia europea. De allí la importancia moral que se le asignaba a la transparencia. Conceptualmente la filtración de un cuarto de millón de documentos del Departamento de Estado se inscribiría dentro de esta vieja aspiración de transparencia. No obstante, es con el movimiento Neoidealista que recorre al mundo en nuestros días, que dicha acción debe ser asociada. Un movimiento identificado con el ciudadano común. Abandonado a su propia suerte por doquier, por parte de un Estado cada vez más indiferente, el ciudadano común no ha tenido otro recurso que el de organizarse. Ello ha propiciado la conformación de una sociedad de los David llamada a hacer frente a la sociedad de los Goliat, encarnada por el poder establecido. La tecnología de la información ha venido a convertirse el equivalente contemporáneo a la honda de David. El uso de la Internet como instrumento para aglutinar voluntades, organizar a la ciudadanía y enfrentar a los factores de poder, encuentra dos antecedentes clásicos en los casos de Lori Wallach y Jody Williams. La primera logró hacer converger a más de 140 agrupaciones y ONG del mundo entero para expresar su rechazo a la globalización en Seattle en 1999. Ello desencadenó un proceso que, en los años siguientes, habría de movilizar a centenares de miles de manifestantes en Londres, Washington, Filadelfia, Los Ángeles, Praga, Melbourne, Gotemburgo o Génova. Williams, por su parte, logró organizar por vía de la Internet a más de 1.000 organizaciones de derechos humanos y de control de armamentos en cinco continentes. Por esta vía propulsó la imposición de una prohibición internacional sobre el uso de minas terrestres.

Ello, prevaleciendo contra la oposición de las cinco mayores potencias mundiales. Wikileaks es una nueva manifestación de esta sociedad de los David, en la que por medio de la tecnología de la información busca doblegarse la arrogancia del gigante. Curiosamente, Assange ha hecho gala de un pragmatismo poco común dentro del movimiento Neoidealista, en la medida en que no ha temido asociarse con fuerzas tan poderosas dentro del sistema que cuestiona, como son los grandes medios de prensa. El problema con Assange es que ha dejado postrada a la diplomacia. Al colocar las relaciones internacionales en manos del ciudadano común, ha introducido rigideces que difícilmente dejaran funcionar a un mecanismo que exige de flexibilidad. ¿Cómo puede lograrse la paz en la península coreana o entre Israel y Palestina cuando las negociaciones deben desarrollarse ante gradas repletas de espectadores? ¿Cómo puede pedirse a Irán que haga concesiones con su programa atómico, cuando cada palabra que digan sus negociadores será conocida por sus ciudadanos? ¿Quién se atreverá a inmolarse públicamente para resolver algún conflicto internacional? ¿Cómo hacer convivir el armamento nuclear con la diplomacia de la plaza pública? David ha ido demasiado lejos esta vez.

altohar@hotmail.com

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