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Palo a palo

Palo a palo

viernes 31 de diciembre de 2010, 13:54h
Palo a palo, que pintan bastos, hoy sube la luz, el gas,  el transporte, mañana será el paro, pasado nos acosarán los mercados… Vamos, y, por anticipado, subiendo no ya la cuesta de enero, sino la del 2011 entero. No se esperan buenas noticias y nos recorren escalofríos cada víspera de un nuevo dato económico. En esta difícil escalada parece que de nada nos sirve el entrenamiento de este mal año que, al fin, tendrán que llevarse las doce campanadas. Tras subir el puerto de primera de la crisis nos aguarda los repechos de otro de primera especial y cabe temerse que después otro, y otro… y después otro más.

Y esto es el cuento de nunca acabar. Tanto penar en los doce meses que comprendimos que vivíamos muy por encima de nuestras posibilidades no parece que nos vaya servir de mucho. Nos va peor, es verdad, y al final no ha habido más remedio que tomar conciencia de ello. Pero todos los indicadores parecen presagiar que, en comparación con la que se nos viene encima, el 2010  ha sido de vino y rosas. Toca fiesta y hay que levantar la copa: brindar por el año nuevo parece una temeridad  y en el chin-chin se va a quedar congelado el alivio por el final de este año de mal recuerdo. Pensábamos salir del túnel y lo más seguro es que sigamos adentrándonos en el pozo. Nos falta de todo. Se buscan líderes. Ni al Zapatero más denostado le gana el Rajoy más encumbrado en las encuestas. Méndez y Toxo no ofrecen otra alternativa que convocar una movilización tras otra que  solo valen para no quedarse atrás de los colegas franceses, griegos, ingleses, portugueses... Es solo una terapia para canalizar la rabia y la protesta. Después del bochorno nacional con Díaz-Ferrán tampoco hay demasiada esperanza que la patronal vaya a comprometer una sola inversión si no es a cambio de una enorme desregulación laboral. Por ahí  no se esperan soluciones que nos saquen de pobres. Carecemos también de previsiones que nos valgan. De los brotes verdes que se anunciaban inminentes hemos pasado al frenesí de las reformas que, ahora dicen, darán fruto ¡en cinco años! ¿Cómo aguantaremos hasta entonces si es que llegan? Y ya no nos quedan certezas: no parece que ante los mercados valgan de mucho la sangre, el sudor y las lágrimas derramadas a mogollón por esta sufrida población de finales de la primera década del siglo XXI. Porque esa es otra: hemos globalizado la crisis, el déficit, los recortes. No hay locomotora a la que engancharse y Van Rumpuy, Trichet y los señores del euro no parecen tener otra idea que la de evitar que la hucha se vacíe demasiado deprisa. La Europa a 27 solo parece capaz de encastillarse tras sus almenas para resistir lo más posible el asedio.

Hace frío, mucho frío en este finde del 2010. Pero en algún vertedero habrá que arrojar los lamentos y el mal rollo para apuntarse no a un año sino a un mundo nuevo que en algún momento tiene que venir. Hay que empezar a hacer el master del día después de la crisis. Estar dispuestos a admitir que poco nos va a valer de los años en que vivimos peligrosamente; abrir los ojos como platos para que no se nos escape ni una imagen; asumir que habrá que cambiar de chip y aligerar el disco duro para que cuando llegue el momento esté a plena capacidad. Solo hay una forma de hacerlo: apretemos los dientes para que dejen de rechinar. ¡Se van a enterar!

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