Un comentarista lo llama "Obama el Grande" y los "expertos" en todos los medios hablan de la prodigiosa recuperación de un presidente que reconoció la "gran paliza" de las elecciones del pasado noviembre, pero que en las últimas semanas ha conseguido que el Congreso apruebe leyes que parecían destinadas al desván de los archivos.
La gran pregunta es si Obama, que lleva meses en declive reflejado claramente en las encuestas y en las urnas, está al borde de una resurrección política o si las últimas semanas han sido unos fuegos artificiales que no tienen nada que ver con la etapa que le espera en los próximos dos años. A partir de enero, tendrá que trabajar con un Congreso en que sus rivales republicanos controlan la Cámara de Representantes y tan sólo llevan una desventaja de seis escaños en al Senado.
Para un político que se vio obligado a advertir durante su campaña presidencial "contrariamente a la opinión general, yo no nací en un pesebre", la resurrección no parece un concepto extraño. Por lo que se refiere a los medios informativos, ha sucedido ya: las críticas han cesado, tanto desde la izquierda que lo consideraba un traidor, como de la derecha que ahora aplaude su disposición al compromiso.
Pero, por mucho poder que tenga la prensa, no sale siempre ganando: fue incapaz de impedir, por ejemplo, las victorias de Ronald Reagan, presentado constantemente como un tontorrón peligroso ni consiguió en el 2004 que John Kerry , al que vendían como un político sofisticado, derrotara a George W Bush.
Por ahora, los ditirambos que oímos y leemos acerca de Obama, no han tenido gran efecto en la opinión pública: Las encuestas no indican un cambio de signo y todavía el porcentaje de americanos en desacuerdo con su gestión es mayor del que le apoyan, pero tal vez sea demasiado pronto para notar los efectos de la nueva campaña mediática a favor de Obama. O tal vez el público seguirá más bien su intuición y los llamados del Partido del Te.
Lo que estamos viendo ahora una es un espectacular pirueta semántica: el presidente vilipendiado antes por abandonar sus ideales progresistas, recibe ahora parabienes por hacer suyo algo tan denigrado como el programa fiscal de George Bush y por conseguir que el Congreso actúe, sin que nadie mencione que este mismo Congreso lleva un atraso sin precedentes en aprobar algo tan esencial como el presupuesto del país.
En su última conferencia de prensa de este año, Obama habló del "Congreso más eficaz de las últimas décadas" sin que nadie en la sala cuestionara semejante afirmación. Al contrario, los habitualmente agresivos reporteros, le preguntaron mansamente si se consideraba a sí mismo como un "comeback kid" (algo así como renacer de las cenizas) y nadie mencionó que los legisladores habían dejado para marzo del año que viene la consideración del presupuesto para el año fiscal que empezó el pasado 1 de octubre.
Sin hacer mención al fracaso de la reforma migratoria o de las promesas incumplidas de cerrar Guantánamo: Obama parece ahora dispuesto a aceptar el "confinamiento indefinido" de unos presos que nunca serán juzgados ni mucho menos sentenciados.
Quizá lo más impresionante es el vuelco en la política fiscal: desde hace tres años, primero como candidato y después como presidente, Obama , coreado de forma entusiasta por su partido demócrata y los medios informativos, ha fustigado "los recortes de impuestos para ricos del presidente Bush",. Después de la debacle electoral de noviembre, se vio obligado a plegar velas y llegó a un compromiso con los republicanos: a cambio de extender a casi 2 años el seguro de desempleo, aceptaba renovar por dos años los recortes fiscales de Bush a pesar, según dijo él mismo, de lo poco que le gustan.
Inmediatamente, las etiquetas cambiaron: las "ventajas fiscales de Bush para los ricos" se convirtieron en "ventajas fiscales de Obama para la clase media" y la derrota política que representaba endosar el programa de la oposición, se convirtió en una victoria arrolladora…sobre sus propios correligionarios y en una prueba más del incomparable talento político de Obama.
Es cierto que Obama consiguió cosas que él había deseado, como la ley que permite a los homosexuales permanece en las Fuerzas Armadas sin esconder su condición y la confirmación del acuerdo START con Rusia, pero tanto una como otra tenían apoyo republicano desde hace tiempo, hasta el punto de que el gran paladín para START fue el bisoño senador republicano Lugar, experto en relaciones internacionales y que lo apoyaron todos los ex ministros de Exteriores republicanos. Tan solo hubo oposición en las últimas semanas por consideraciones políticas puntuales. Su aprobación es efectivamente una victoria, pero no de la magnitud estelar que nos quieren hacer ver.
Da la impresión que de izquierda a derecha del espectro político han dado un respiro a Obama. Tal vez descubramos más delante la razón para este cambio y, especialmente, si se trata de una manera nueva de ver las cosas, si ha sido un paréntesis sin consecuencias o producto de la casualidad, o más bien algo así como un pago por adelantado de futuras concesiones por parte de la Casa Blanca.