Territorio compartido por Marcos Ros. Bienvenido Mr. Rejas
viernes 17 de diciembre de 2010, 13:22h
En el pasado Puente de la Constitución, disfruté de una tarde fría de sábado, en casa, viendo Bienvenido Mr. Marshall, del recién fallecido Luis G. Berlanga, a modo de homenaje tras su muerte.
Lo bueno que tienen los grandes clásicos es que por muchas veces que los hayas visto, siempre encuentras una lectura nueva, un punto de vista diferente. Y esta vez, después de algunos años desde la última vez que la vi, y teniendo en cuenta el reavivado debate sobre la operación urbanística de demolición integral del Barrio de La Paz, para convertirlo en una ciudad dormitorio en el centro de Murcia, no pude por menos que establecer una suerte de comparación, entre la película y la realidad.
Y es que como decía Heráclito, la historia es circular, siempre se repite, a menos que aprendamos de nuestros propios errores y los enmendemos, cosa que no parece estar sucediendo con el asunto de la destrucción de La Paz.
Resulta moralmente difícil comparar a alguien de la categoría artística y humana de Pepe Isbert, con el oscuro y autoritario alcalde Cámara. No obstante, mi cerebro establecía una asociación entre la actuación del Alcalde de Villar del Río, conduciendo a su pueblo a un sueño inventado, manipulando voluntades a cambio de promesas, y sin ofrecer explicaciones sobre el fracaso, con la singular actuación de nuestro alcalde en estos seis años de tomadura de pelo institucional en relación al Barrio de La Paz.
Y reiterado me parece el personaje del conseguidor, encarnado por Manolo Morán, siempre a la sombra del poder, siempre manipulando todo a su antojo, y siempre sacando beneficios, por mal que salga la operación. En este caso, la catadura moral de ambos, el de la película y el de la realidad actual, están muy igualadas. Al final tuvo que abandonar el pueblo, dejando a los vecinos correr con los gastos de la fiesta, que nunca salió bien, salvo para él.
Y en mi cabeza asociaba sin remedio, a vecinos y familias de La Paz, con el pueblo de Villar del Río, manipulado por su Alcalde, y entregado a las patrañas del Conseguidor, a la vez que ilusionado en su miseria y su pobreza, con la promesa de unos seres anónimos que les sacarían de su limbo. Los de aquí y ahora, entregados a un sueño, a la promesa incumplida y ahora imposible, de cambiar, por arte de magia de cocina, de vivienda, de barrio, de ciudad… de vida.
Sólo espero, que el final no se repita. Que no tengan que ser los vecinos de La Paz, como los de Villar del Río, los que paguen la fiesta y recojan los trastos, para que el conseguidor se marche a otro lugar, con su estrella mediática, después de la actuación, y habiendo sacado tajada de sus fabulaciones.
Entre todas estas similitudes, hay una diferencia esperanzadora. El pueblo de Villar del Río, no podía más que asumir, acatar y pagar, porque su alcalde así lo había decidido. Un alcalde impuesto y manipulado por un poder lejano, inamovible en su puesto, por decisión imperativa.
Hoy las cosas son distintas, hoy los vecinos de La Paz, podrán pedir cuentas al final. Podrán exigirle a su alcalde, que los embarcó en el sueño que se convirtió en pesadilla. Podrán pasarle la factura. Y si no la cobran, siempre podrán decirle: “despedido Mr. Cámara”.
Marcos Ros Sempere
Doctor Arquitecto, profesor universitario de Urbanismo y concejal socialista en el Ayuntamiento de Murcia.