El tío Paco (no Cantalapiedra)
jueves 02 de diciembre de 2010, 21:21h
Unos datos para empezar. Las empresas que facturan más de seis millones de euros anuales tienen la obligación de auditar sus cuentas. En los ayuntamientos, no. La Ley obliga además a contemplar como riesgo las deudas avaladas por una empresa pero los avales que van dirigidos a las empresas públicas no se tienen en cuenta a la hora de limitar su endeudamiento. Son sólo dos ejemplos de una extensa lista comparativa que han aprovechado muy bien en tiempos de bonanza muchos (demasiados) ayuntamientos y que hoy pasa factura y de qué manera.
A lo largo de mi todavía corta carrera profesional he tenido la oportunidad de vivir de cerca la política municipal, en grandes y pequeños ayuntamientos y en tiempos de pandereta y generalizado ‘buenrollito’. Aquellos años dejan muchas instantáneas para el recuerdo y momentos en los que la miel del dinero a espuertas recorría las comisuras de los labios insaciables de muchos responsables (o irresponsables, según se mire) municipales dispuestos a tirar la casa por la ventana a la mínima oportunidad. Eran comunes las escenas en las que el alcalde de un determinado pueblo aparecía ante los medios para anunciar que sus proyectos eran de mayor envergadura que los que acababa de presentar el alcalde de al lado.
Se implantó el ‘todo vale’ para tener contentos a los vecinos, que recibían encantados las piscinas climatizadas, frontones cubiertos, pistas deportivas, parques ecológicos con columpios de última generación y moqueta de salón, farolas de diseño vanguardista o incluso bordillos traídos desde la mismísima Alemania para conceder esplendor a la avenida principal. Y de paso se incrementaban las plantillas, a golpe de oposición o bien con los cargos de libre designación, maravillosa terminología empleada para definir de manera cursi lo que siempre hemos conocido como cargos ‘a dedo’. Los ingresos procedentes de las licencias de obra y la generosidad de otras administraciones provinciales y autonómicas que se creían multimillonarias por derecho permitieron eso y mucho más. Hasta que llegó el tío Paco (no confundir con el que lleva por apellido Cantalapiedra) con las rebajas y les pilló a todos con el carrito de los helados.
Ahora tocan los lloros y las lamentaciones, porque en las arcas no hay ni para pagar la luz y la de los polideportivos, frontones y piscinas cuesta el ojo de una cara y parte del otro. Ahora nos dice la Federación Regional de Municipios y Provincias que 12 ayuntamientos de Castilla y León están al borde la quiebra. La verdadera noticia para mí es que son muy pocos teniendo en cuenta los antecedentes y lo que espero con cierta ansiedad en que algunos de los que en su día se creyeron los reyes del mambo empiecen a reconocer sus errores.
Pero no se preocupen porque aquí pasará como casi siempre. Las administraciones supremas irán al rescate de quienes confundieron inversión con despilfarro y se olvidarán aún más de esos otros pequeños e insignificantes ayuntamientos que no dan votos y que no hicieron locuras porque ya se sabe que en los pueblos de verdad reina la sensatez.
Eduardo Rodríguez. Periodista.