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Pasaba por aquí: Mi ombligo y yo

Pasaba por aquí: Mi ombligo y yo

lunes 29 de noviembre de 2010, 19:44h
Tener una actitud egocéntrica y autocomplaciente. Así definen los ilustres académicos la castellana frase de “mirarse al ombligo”.

No digo yo que no haya gente por el mundo que tenga esa pequeña cicatriz hecha una hermosura y le merezca la pena pasarse la vida observándola. Pero, en general, suele ser una enorme pérdida de tiempo y, además, puede provocar graves accidentes en el contemplador. Si los miradores de ombligos alzasen un poco la vista para contemplar otros ombligos, algo les aprovecharía la enseñanza.

Porque de aprender se trata creo yo. Y el horizonte está muy lejos y hay muchas cosas más allá de donde terminan nuestras miopes miradas.

Sí, a usted le digo señor mío, ilustre político de nuestros días. Representante del pueblo soberano, ungido del poder que le damos entre todos para que nos gobierne y, sobre todo, nos administre. No es que seamos tontos y no sepamos hacerlo solos; es que somos muchos y cada uno anda a lo suyo (incluso a su ombligo), así que es menester que haya alguien más allá de los intereses particulares y se ocupe del interés general…

Ya está, es fácil de entender, en eso consiste la política y ya la inventaron los griegos y la legislaron los romanos.

Pero llegamos nosotros, fardando de nuestra modernidad, de nuestro siglo XXI (parece mentira cómo pasa el tiempo) y de lo guapos, listos y longevos que somos y nos olvidamos del abecé, de lo fundamental, lo básico, lo sencillo.

Verá, amable lector sea o no político, esto que lee tiene un poder, antes decían que era el cuarto, ahora no sé muy bien cómo anda el escalafón de poderes. La prensa existe para explicar las cosas a los ciudadanos libres y hacerlo, evidentemente, en libertad. Seríamos muy malos periodistas (y peores personas) si viéramos cómo alguien se va a dar un tropezón y no le avisáramos para que no cayera rompiéndose la crisma. No somos “Pepitos Grillos”, ni oráculos, ni sabios (qué lástima). Somos gente más o menos preparada que intenta contar el mundo a sus conciudadanos y hacerlo honestamente. El mundo grande y el pequeño, con todo lo simple y lo complejo que puede resultar eso.

¿Saben? A veces es mejor admitir que uno es un dictador y un censor y no dejar entrar a la prensa en algún sitio para que no nos destape las vergüenzas, que ir por la vida de demócrata convencido o converso y renegar cada vez que un periodista nos dice las verdades del barquero.

¿Que quiénes somos nosotros para decir verdades? Sólo una representación de ese público que no tiene acceso a los sanedrines; entramos en ellos y les contamos a los de fuera de qué va la historia.

Vaya… igual a usted, señor político democrático y blablabla no le gusta que contemos verdades, preferiría súbditos en vez de ciudadanos, mordazas en vez de lenguas libres, silencio en vez de palabras, la paz de los cementerios acaso…

Pues verá, va a ser que no. Las mordazas, aunque estén fabricadas con billetes de 500 euros no nos gustan. Los paniaguados son enemigos de la libertad y los jamones no son de recibo ni siquiera en la entrañable Navidad que nos ataca ya.

A ver, dejen de mirarse al ombligo, que se van a dar un soberano tortazo ustedes solitos. Ustedes, los políticos, y ustedes, los periodistas del jamón y la mordaza dineraria.

La Justicia la ejerce el Judicial. El Gobierno es el Ejecutivo. Y el Parlamento es el Legislativo.

La Prensa (le pongo mayúscula porque me da la gana) lo cuenta, lo analiza y hasta lo critica, porque hay libertad.

Sin ira, por supuesto.


Ana Ruiz Echauri. Periodista.
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