La zona que barre todo el norte de África, de occidente a oriente desde el océano Atlántico al mar Rojo, constituye el desierto más extenso del mundo, que se adentra unos 1.610 Km. en el continente, de norte a sur, y tiene una anchura de este a oeste de unos 5.150 Km.
Efectivamente, se trata del desierto del Sáhara. Si las enciclopedias no mienten, nos encontramos ante una inmensa extensión de tierras áridas que, en conjunto, superan los 9,1 millones de kilómetros cuadrados (unas 20 veces la extensión de España), y, de ellas, únicamente 207.200 son oasis parcialmente fértiles.
La división política del desierto del Sáhara comprende amplias zonas de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Mauritania, Malí, Níger, Chad y Sudán. Unos límites que no están claramente definidos y en donde un país sin territorio propio, el Sáhara Occidental, lleva luchando por hacerse un hueco en esos parajes tan yermos desde hace cuatro décadas, -primero con España, el país colonizador, y más tarde con Marruecos, el país ocupante-.
Hoy parece mentira pero, en otro tiempo, el desierto del Sáhara fue una zona fértil -hace 8.000 años se cultivaba mijo. Luego los agricultores fueron abandonando el territorio, poco a poco, a medida que se fue volviendo más seco por el fenómeno de la desertización. Hoy, prácticamente no se registran precipitaciones, ni hay agua en la superficie desértica, pero existen enormes reservas de agua en los ríos subterráneos que, en el caso del Sáhara Occidental, nacen en el Atlas y, cuando encuentran la forma de salir a superficie, dan lugar a frondosos oasis con miles y miles de palmeras.
Aunque en el Sáhara se distinguen tres áreas geográficas (el Sáhara Occidental; las montañas del Ahaggar, y el macizo de Tibesti, en el centro; y el desierto Líbico, al este), es únicamente una de ellas, el Sáhara Occidental, el que ha ligado indisolublemente su nombre al del inmenso desierto.
Responsabilidades
Hoy el Sáhara Occidental, la ex colonia española, constituye el único caso pendiente de descolonización en África. En sus 284.000 kilómetros cuadrados hay reservas energéticas, fosfato, minerales, y una gran riqueza marítima (nuestros pescadores saben muy bien donde se encuentran los bancos saharianos), y todo ello en medio de una situación estratégica indudable.
La innegable responsabilidad moral de España en el proceso de reconquista de los derechos del pueblo saharaui vuelven a nuestra conciencia colectiva cada vez que resurge el conflicto, tras la entrega en 1975 de este territorio a Marruecos y Mauritania en lugar de poner al país bajo la tutela de la ONU.
Desde entonces, primero a través del Frente Polisario, y luego con la creación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), los saharauis han luchado en todos los frentes legales por la liberación de sus tierras.
Hasta el momento, esa lucha ha sido estéril, pero no es al pueblo saharaui a quien corresponde la mayor responsabilidad de este desaguisado histórico en forma de fracaso de la comunidad internacional representada en la ONU. Desde 1975 han sido 4 los Secretarios Generales que han regido las acciones del organismo internacional y múltiples los dictámenes, resoluciones, acuerdos y proyectos de su Consejo de Seguridad que, en definitiva, no han dado ningún resultado y únicamente han favorecido las pretensiones expansionistas del régimen de Marruecos que ha evitado hasta el momento por todos los medios (los hechos de finales de noviembre 2010 constituyen buena prueba de ello) que la comunidad internacional termine con su status en la zona. Y a ese fin, además de la ONU, han contribuido -no sabría decir muy bien en qué grado- Estados Unidos, la Unión Europea, Francia, España y los países de la zona.
Entre unos y otros, cuarenta años después la casa sin barrer y todo por el “laissez faire”, la burocracia, y el aplazamiento de cualquier iniciativa que devuelva al pueblo saharaui la soberanía de su propio territorio para completar de una vez el proceso descolonizador en África.