Con algunos, pocos, guiños al catalán y a Cataluña, el contenido de la homilía de
Benedicto XVI, en la ceremonia de consagración de la Iglesia de la Sagrada Familia de Barcelona, fue el esperable: promoción de la familia heterosexual a cargo del Estado, y Dios como medida del hombre y de la belleza. En la misa previa a dicha consagración -con ungüentos- de la Sagrada Familia y tras una lectura del evangelio de
Lucas sobre el publicano
Zaqueo, el Pontífice pidió ante las autoridades que llenaban el templo mayor protección por parte del Estado a la familia "formada por un hombre y una mujer". "La iglesia aboga por adecuadas leyes económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado", insistió el Papa Ratzinger.
Tampoco faltó una alusión contra el aborto, cuando pidió "que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente". En un tono más suave que el empleado el sábado contra el laicismo de España, el Papa reiteró que "la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar". Benedicto XVI aprovechó la misa de consagración del imponente y aún inacabado templo levantado por
Antoni Gaudí, para hacer una encendida defensa de la familia tradicional. En un templo que lleva por nombre la Sagrada Familia y, sobre todo, en un país que hace sólo unos años aprobó las bodas entre personas del mismo sexo, el Pontífice quiso renovar su defensa del matrimonio tradicional y hacer un llamamiento al Estado para que apoye al "al hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia".
El Papa recordó cómo ha cambiado el mundo desde 1882, cuando comenzó a construirse el templo de la Sagrada Familia. "Las condiciones de vida han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con esos progresos. Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso entre un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana", señaló. "Por eso la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado". Benedicto XVI también arremetió contra el aborto, pidiendo al Estado que "defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción" y solicitando que "la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica social y legislativamente".
En su otra misa concelebrada en España, este sábado en la catedral de Santiago de Compostela, a la que asistieron 7.000 personas que completaron el aforo en apenas dos horas-, en la Plaza del Obradoiro, el Papa insistió en que "es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa", tras apelar a que el continente "ha de abrirse a Dios y salir a su encuentro". Benedicto XVI, consideró una "tragedia" que en Europa se "afirmase y divulgase sobre todo en el siglo XIX la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y enemigo de su libertad".
No obstante, el mensaje más contundente lo dejó caer en el avión, cuando se digirió a los periodistas que lo acompañaban para advertir de que España ha desarrollado en los últimos años "un laicismo, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como se vio en la década de los años 30" -etapa de la segunda República española-. Unas palabras que, a juicio de los analistas, han podido marcar el objetivo y la finalidad primordial en su viaje a España: poner un dique al laicismo de Zapatero. Algunos analistas suponían que el encuentro del Papa con el jefe del gobierno, al final de su visita a dos ciudades españoles, estaría marcado precisamente por ese mensaje contra el "laicismo, anticlericalismo y secularismo agresivo" que sus adversarios atribuyen al gobierno de Zapatero.
Este domingo, en El País, se puede leer en un análisis de
Juan G. Bedoya que " sólo desde una ignorancia irresponsable puede afirmarse que en España se practica hoy un laicismo agresivo o que existe una clerofobia tan radical como la que se desató en la Segunda República y en los primeros meses de la guerra civil. Y se pregunta Bedoya "quién informa al Papa", antes de añadir que lo dicho por Benedicto XVI es una impertinencia impropia de un hombre sabio, y es diplomacia hostil a un Estado que sigue tratando a cuerpo de rey a la Iglesia romana en España...