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El salvaje oeste

El salvaje oeste

martes 02 de noviembre de 2010, 14:53h
   Había un anuncio en el cine en el que aparecía una manada de bisontes galopando a todo lo ancho de aquellas pantallas gigantes de la era pre-video. Luego el plano se elevaba y se podía contemplar la inmensidad de la pradera que provocaba asombro y dejaba escapar un "¡hala!" improvisado y colectivo. Hasta el horizonte todo era el territorio del salvaje oeste. Uno se quedaba extasiado en la pequeñez de su butaca viendo cómo ante sus ojos se abría un mundo desconocido, "el salvaje oeste" le llamaban.

   Esa misma sensación de pasmo ante el infinito la experimenta hoy un trabajador; uno no sabe hasta dónde puede llegar la inmensidad del "salvaje paro" hasta que no lo sientan en una butaca de patio del Cine Crisis. A un lado y a otro de la pantalla se abre un universo de malas noticias que llegan hasta el horizonte. Si lo que tenemos delante es malo, sólo con mirar lo que nos espera veinte metros más allá causa pavor. Esta crisis nos provoca el mismo asombro que tenían los viejos colonos al adentrarse en un terreno desconocido, e infinito para ellos en ese momento. A un recorte duro le puede suceder otro más drástico. Ya ningún gobernante puede decir que no subirá los impuestos sin aguantar la risa, ni hay sindicato que no tenga asumido que se recortará el estado de bienestar por muchas banderas y megáfonos que saquen a la calle. Lo cierto es que no podemos vivir como ricos ahora que nos hemos vuelto pobres (aunque bien es verdad que la última en enterarse de los recortes es la Visa del político que sigue tirando de ella con entusiasmo a la hora de comer). Algo más que el paisaje se ha modificado a nuestro alrededor, no hace falta ser muy sagaz para darse cuenta.

   Igual que en "el viejo oeste" ahora se dan bandas de forajidos que asaltan los caminos del euro, pianistas que tocan más fuerte cuando hay bronca en el "saloon", vendedores de Biblias y buhoneros que presumen de tener la auténtica fórmula del crecepelo. A medida que vamos avanzando en el territorio crisis aparecen nuevos golfos que hacen buenos a los anteriores; a veces son más peligrosos que la picadura de una serpiente cascabel. Distinguir entre las malas compañías y los buenos consejos (o entre las buenas compañías y los malos consejos), es el trabajo que nos toca. Una ardua tarea porque estamos rodeados de falsos mesías que pregonan soluciones baratas o la llegada del Apocalipsis. Cuidado con ellos porque nuestra ruina es su negocio.
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