Pongamos que hablo de una organización empresarial, o de una parte de una organización empresarial, o de un individuo de una organización empresarial que ha pasado de la explotación al fracaso y del fracaso a la estulticia. El mundo -peligroso mundo éste en el que nos ha tocado nacer- ha estado siempre, siempre, siempre rodeado por estultos. Ha habido explotadores, sí, y explotados, claro; ha habido fracasados, más que arena en el Sahara, pero sobre todo, lo que ha habido es cantidades industriales de mangantes y de estultos. Y unos y otros, a veces, pero muchas veces, están abocados al fracaso. Lo positivo es cuando los mangantes, los fracasados o los estultos guardan silencio. Vamos, que les queda un poco de pudor dentro de eso que genéricamente llamamos dosis de 'humanidad' o de 'humanismo'. Lo malo es cuando los mangantes, los fracasados o los estultos escupen por esa bocaza que Dios les ha dado y pontifican y hablan ex cátedra y lanzan dogmas como ladrillazos y como si fueran el intrépido papa_
Ratzinger, hoy trocado el nombre por el del XVI de los Benedictos.
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Pongamos, entonces, que hablo de bocazas y de estultos, amén de fracasados.
Y pongamos que, en este hablar por hablar en esta Nación cuyo concepto como tal es tan discutible, según insigne gobernante, pongamos, digo, que hablo de aquellos que dicen que la crisis que ellos y otros como ellos han creado se resuelve de la manera más simple: más horas de trabajo, más rendimiento, más explotación, menos salario, más látigo, más -mucho más de más- plusvalía para el explotador y el que sea pobre que se joda. Es la doctrina de los faraones a la que más recientemente en el tiempo se opuso otra doctrina tan obtusa como ésa que decía "a obrero despedido, patrón colgado".
Afortunadamente, a los faraones los mandamos con Amon, a algunos, pero después de pasar por las zarpas de Anubis, claro, que los embalsamaba 'como dios'. A los segundos, la fuerza de la historia, o la historia de la fuerza, que en este caso lo mismo da, los borró el viento, ése que es el dueño de la tierra.
Pongamos que hablando de estos temas recomendáramos con el mayor de los cariños que algunos empresarios fracasados y en los juzgados, que algunos estultos cum laudem se muerdan la lengua antes de hablar. Afortunadamente, la organización a la que pertenecen no es estulta y los estultos no gustan ni a los suyos. Hacen demasiado ruido, no dan ni una sola nuez y a la postre se convierten en los payasos que en el fondo siempre han sido.
Pongamos que no hablo de nadie, pero si alguien se pica, ya lo dice el refrán: "El que se pica, 'agios' come".
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