El más perfecto de los homenajes que se pueden -y deben- tributar a ese 'monstruo' del teatro en particular y de la literatura en general que es
Antón Chéjov con motivo del siglo y medio de su nacimiento -cualquier excusa es buena- acontece ahora con la representación de 'El viaje del actor' que desarrolla 'Puro Teatro' con un genial
Roberto Quintana al frente sobre el escenario de los Teatros del Canal y
Paco Plaza en la dirección y como máximo responsable
Son tres relatos no exentos de humor del escritor engarzados magníficamente por Plaza para dar continuidad a hora y media de teatro, puro teatro. De ese que te aprieta el corazón de gozo, de ese que te estremece las fibras sensibles Y, más allá del argumentario, con un mensaje muy a la contra de estos tiempos posmodernos y olé en los que el éxito rápido por el éxito rápido, el fin -económico, claro- justifica los medios -humanos o inhumanos- y el becerro de oro como único dios laico o religioso.
Una reflexión sobre el oficio del actor, que recorre los tres relatos como denominador común y que, más allá de esta cuestión, sirve para la sociedad y para mostrar en toda su extensión las virtudes y desgracias de la condición humana. Un viejo maestro,
Vasil Vasilievich, pasa el testigo a dos jóvenes todavía ilusionados con esta profesión devocional,
Piotr Petrovich 'Petruska' y
Nina Mijailovna, con un cuarto personaje muy típico, el apuntador
Nikita Ivanich.
Sin necesidad de grandes 'atrezzos', con la verdad desnuda de la palabra, el teatro se mete dentro del teatro con la hilarante representación de los dos jóvenes actores de 'La petición de mano' y se cierra con el nunca suficientemente alabado 'Canto del cisne', para lucimiento de uno de los grandes/grandes de esta profesión, Roberto Quintana, que lo borda de la misma manera que en el resto.
Lección magistral de un grande/grande
Haciéndose dueño de la escena, colocando la voz plena de matices y siempre en perfecto paralelismo al gesto y movimiento corporal, atrayendo todas las miradas, como sólo ocurre con los escasísimos e históricos 'monstruos' de su talla -pongamos que se habla/escribe de
Rodero, Dicenta, Lemos, Fernán Gómez-, tanto sobre el escenario como cuando salta la 'cuarta pared' y baja por necesidades del guión a continuar su lección magistral entre los felices e impresionados espectadores.
Pero no es el único que se luce, quia. Porque le dan réplica sin desmerecer, ahí es nada, el resto de la compañía:
Daniel Moreno (Petruska), medido y comedido siempre y con una increíble vis cómica cuando es necesario;
Juan Carlos Castillejo (Ivanich), la inocencia y bondad personificada, una especie de
Sancho Panza a la rusa, y la debutante
Ángela Cremonte (Nina Mijailovna), precisa y fácil en el conjunto de los diversos tonos que necesita y borda.
No sólo brillan ellos sobre las tablas, sino que la dramaturgia y movimiento de actores general, la iluminación, el vestuario y la música conforman, si no el mejor espectáculo que pueda disfrutarse ahora en Madrid, sí una función inigualable. Teatro, puro teatro. Eso sí, corran a verla porque por necesidades de programación de los Teatros del Canal, sólo estarán hasta el próximo domingo 17.