El sólo enunciado del tema ya invita a no proseguir en su desarrollo. Pero Sarkozy y Sarrazin han vuelto a levantar la polémica y la ONU, la UE y el Vaticano, entre otros, consideran los hechos intolerables. Como sucede en la mayoría de controversias siempre caben los extremismos: Todos deportados o todos acogido fraternal y totalmente. Es evidente que ningún extremo es la solución pero parece que la razón con mucha frecuencia no aparece.
Ya en 1983 Claude Levi-Straus (Raza y cultura) y también en 1952 (Raza e historia) afirma que el problema inmigratorio es distinto si es tratado por la izquierda o por la derecha política y disecciona la situación en lo que cualifica de falacias: a). Asignar a las diferentes razas un valor jerárquico según una escala de valores físicos, mentales o morales. b). Una humanidad fusionada en un genero de vida único es inconcebible pues sería una humanidad osificada. c). Todo progreso cultural es función de una coalición entre culturas aunque se produzcan perdidas de rasgos diferenciales. d).Tan malo es el igualitarismo socialista como el imperialismo colonizador. e).Es necesario que subsistan una diversidad no trivial de culturas sobre el planeta. f). Una civilización mundial debe ser multicultural.
El miedo a los barbaros (así titula su ensayo) es una amenaza que siempre ha estado aquí, afirma Tretan Todorov, valedor del humanismo desde su Bulgaria natal después de recibir el premio Príncipe de Asturias 2008, y añade: “el mundo de hoy esta interrelacionado y en constante mutación. Este miedo supone un peligro real. La única solución es la educación, y no solo en la escuela y en la universidad, sino que los políticos tienen que luchar contra los demagogos que enfrentan posiciones.
Últimamente Lluis Foix, recordando a Sarrazin, afirma que se atisba una pérdida del humanismo que Europa había recuperado después de las barbaridades cometidas en el siglo pasado (nota: Sarrazin mete en el mismo saco a la inmigración y a los judíos) “Hemos pasado, dice, de querer regular la inmigración a perseguirla en los discursos, en los libros, en las declaraciones y en las leyes que se perfilan”. Europa está sometida a una fuerte corriente de inmigración, llegan personas con escasa o nula formación educacional y laboral, a los que les es muy difícil integrarse por su cultura, por el idioma y por la sencilla razón de que carecen de trabajo con la alternativa de que no pueden trabajar porque no tienen permiso, mientras la economía chirria estrepitosamente con cuatro millones de parados en España.
Como ocurre con frecuencia, el mal ya está hecho. Se están pagando los excesos del estado de bienestar en los que el manantial parecía infinito e inacabable. Era entonces cuando se debía vigilar la puerta de entrada e invertir en los países de origen y con ello generar educación y formación, para que hubiera trabajo en ellos sin tener que esperar un trabajo en destino, que en realidad ya no existía.
Hay que ser realistas. España por sí sola no podrá hallar una solución y muchos ciudadanos están notando que la acogida inmigrante lleva consigo una reducción de la calidad de muchos servicios sociales ganada con mucho esfuerzo. Otros países sufren la misma situación quizás con menos intensidad mientras la Unión Europea en su conjunto no acierta a pergeñar una política adecuada, pues ya paso el periodo de vacas gordas en las que quizás era posible solucionar el problema. La situación es lo suficientemente seria para que, por lo menos, no se tilde de nazi al que se queja ni de ir con el “lliri a la mà” al que desearía acoger, proteger, mantener y dar trabajo al inmigrante.
Pero ante una huelga general y el alto paro existente cabe recordar lo que decía A. Rogers en 1931: Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo. Un gobierno no puede entregar nada a alguien si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona. No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola ya que puede ser el fin de cualquier nación.
Solidaridad, toda. Ayuda al desarrollo, toda. Pero pretender lo imposible suele resultar imposible y además, puede acabar mal.