El Sevilla dejó escapar la oportunidad de encaramarse a lo alto de la clasificación, algo meramente anecdótico, pero que hubiera calmado las revueltas aguas del Nervión. La suplencia de Luis Fabiano, la no continuidad de buenos resultados, y el fútbol gris son argumentos a los que se agarra la grada del Pizjuán, que no sabe muy bien por donde van los tiros.
El cuadro andaluz, que jugó una nefasta segunda mitad, se conformó con el tanto que marcó Álvaro Negredo desde el punto de penalti. El delantero vallecano abrió la cuenta a los 13 minutos tras una pena máxima de Toño, que arrolló a Perotti en un balón aéreo.
A partir de entonces, el Sevilla adoptó la fase de relajación y dejó hacer a los cántabros, algo más cómodos desde la entrada de Ariel al campo. El centrocampista, ex del Coritiba brasileño, aportó criterio a los suyos y buscó la profundidad de la defensa local, algo perdida desde el descanso.
Así pasó que un despiste de la zaga nervionense dejó el balón franco al veteranísimo Pinillos, que la empaló sin piedad al palo largo de Palop para establecer la igualada. Un empate que provocó la bronca del Pizjuán, acostumbrado a noches de fiesta y buen fútbol, algo que parece quedar muy lejos.