Mineros asturianos y leoneses, y guardias civiles de toda España….han protagonizado, por distintos motivos y en circunstancias diversas, la protesta en las calles en el pasado fin de semana. Algunos consideran estas acciones como un ensayo para la huelga general del próximo día 29. Lo cierto es que los mineros siguen con cortes de carreteras y encierros, demandando los salarios que se les adeudad y un futuro para el sector hullero, mientras que los guardias civiles exigieron, en su manifestación del sábado en Madrid, una mejora en sus condiciones laborales y
matizan su lema de “Todo por la Patria” con un “Todo por la Patria dignamente retribuido”.
Si revisamos las hemerotecas (y no es necesario ir muy lejos en el tiempo) nos encontramos con escenas en que los guardias civiles reprimían las protestas de los mineros, y éstos les respondían con lanzamiento de piedras o de bolas de acero. Estos enfrentamientos se convirtieron en “un clásico” en la información laboral y de orden público.
Hoy, sin embargo, mineros y guardias civiles (cada uno por su lado y con sus propios argumentos, naturalmente) coinciden en protestar por sus condiciones laborales o, en el caso de los mineros, por la incertidumbre de su futuro.
Lo menos que se puede exigir a la Administración Pública (al ministerio del Interior, al de Industria, a Bruselas, a quien sea…) es que escuchen estas protestas; que les presten atención; que no actúen, ante el estruendo de la calle, como quien escucha una tormenta, como quien oye llover.
Todo trabajador merece un respeto. Como lo merecen los empresarios que cumplen con su deber. Pero estamos hablando de dos colectividades -mineros y guardias civiles- que ejercen profesiones tan dignas como cualquier otra, pero cuya labor va unida radicalmente al concepto SACRIFICIO.
No se trata de “calentar” la huelga del día 29 ni de improvisar soluciones ni de maquillar la realidad por una y otra parte. Se trata más bien -o así debería ser- de tomarse las cosas en serio, de que los mineros cobren sus salarios pendientes y vean despejado su futuro, y de que los guardias civiles desarrollen su labor en unas condiciones similares a las de otras fuerzas de Seguridad, como las policías autonómicas y locales. Y es algo más que una anécdota que un heroico ciudadano español,
José Manuel Ortega Lara, secuestrado y torturado por los etarras en un cautiverio estremecedor, haya pedido para la Guardia Civil, que fue el cuerpo de seguridad que le liberó, que se les reconozcan a los agentes sus derechos fundamentales.