¿Por qué tanto lío con las declaraciones de Zapatero? Tiene razón el presidente cuando dice que “no se puede considerar parados a los parados que están recibiendo formación porque están trabajando para el país”. Para empezar, habría que distinguir entre parados y desempleados. Parados son los que no tienen trabajo y no lo buscan y desempleados los que no tienen un empleo y lo están buscando desesperadamente, enviando currículos, acudiendo a las oficinas de empleo, pateando las calles o siguiendo cursos para mejorar su formación y encontrar otras salidas. En España hay de las dos clases. Tenemos demasiados ciudadanos que han perdido el empleo hace meses, incluso años y que no lo buscan porque están cobrando el paro y trabajan en la economía sumergida. Y muchos más que están desesperados y que dedican muchas horas a buscar lo que sea. También tenemos al parecer 800.000 desempleados recibiendo cursos de formación, aunque me gustaría saber qué cursos, con qué rigor, quién los imparte y con qué resultados. Una de las pocas cosas buenas de la reforma laboral aprobada en el Congreso es reducir de 100 a 30 días el período de gracia de un parado para rechazar un curso de formación que le permita encontrar empleo. Muchos de los que lo rechazan no pueden ir porque dejarían de “trabajar” en la economía sumergida. Y eso hay que perseguirlo, especialmente en la parte de los empleadores que se aprovechan de quien no tiene trabajo.
Lo que no dice Zapatero es si lo que pretende es, simplemente, eliminar 800.000 personas de las listas de desempleados, quitando a quienes trabajan formándose para encontrar un empleo. Eso sería un fraude, pero las estadísticas del desempleo ya se han “depurado” varias veces, de forma que uno no sabe de verdad cuántos desempleados hay en España, en todo caso, el doble de la media europea.
La formación es el elemento básico para cambiar el modelo productivo de un país y España necesita trabajadores mejor formados. Pero hay que hacerlo bien y en serio. Un millón y medio de familias con todos sus miembros en paro es un fracaso político y social descomunal imposible de soportar. ¿No sería bueno que el Gobierno fiscalizara dónde y cómo se emplean los miles de millones que se destinan a formación de los desempleados y que reciben sindicatos, patronales, comunidades autónomas, etc.? ¿Cuál es el nivel medio de esa formación? ¿Cuántos trabajadores que han hecho los cursos se colocan después? ¿Estamos tirando el dinero? ¿Puede funcionar un sistema de empleo si el INEM sólo abre por las mañanas? Etc.? Deberíamos saberlo.
Da la sensación de que a los gobernantes y a los que pueden gobernar no les interesan tanto las cifras de desempleo como el palo que pueden recibir o el que pueden dar. La formación debería ser el gran antídoto contra la crisis y la mejor inversión de futuro, pero parece que algunos apuestan por maquillar las cifras y engañar al que se deje.
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