Pase lo que pase el 29S no parece que nada vaya a ser igual que el 14D. Pero a
Zapatero parece perseguirle la misma maldición con los sindicatos que sufrió
Felipe González hace 22 años. A las 00.00 horas del 14 de diciembre de 1988 los trabajadores y técnicos de Navacerrada del repetidor de Televisión Española, la única televisión que había en el país, ennegrecieron todas las pantallas y lanzaron a la huelga general a más de siete millones de trabajadores. Por la mañana un importante ex dirigente de la UGT bramaba desde el asiento trasero derecho de su coche de ministro, mientras recorría durante horas las calles casi desiertas de Madrid. Felipe González había sufrido en Moncloa el apagón televisivo consciente de que desde aquel momento se habían roto de por vida las llamadas relaciones fraternales con la UGT y que
Nicolás Redondo, secretario general entonces de la UGT, pasaba a ser su más encarnizado enemigo. Se produjo el desgarro en la familia socialista: ugestistas-socialistas contra socialistas-ugetistas. El pacto se Suresnes, “tú al partido, yo al sindicato”, suscrito por Redondo y González para repartirse el poder en el socialismo español había saltado por los aires.
No habrá manera de que se vayan a negro las pantallas de todos los canales de televisión a las 00.00 horas del 29 de septiembre de 2010. Y parece muy difícil que ese miércoles en Madrid o en cualquiera de las ciudades principales del país las calles se queden vacías, asemejando a una jornada dominical como ocurrió en aquel día mítico de la huelga contra Felipe González. Pero pase lo que pase Zapatero sufrirá el mismo desgarro familiar que sufrió Felipe y sabrá que uno de sus más entusiastas valedores se habrá puesto en cabeza del grupo de sus detractores. A tanto había llegado el ascendiente y la influencia de
Cándido Méndez, secretario general de la UGT, sobre el presidente que en algunos medios políticos le consideraban el cuarto vicepresidente del Gobierno.
Esperanza Aguirre, entre veras y maldades le llamaba “vicepresidente ejecutivo”. Tras los recortes sociales y la nueva reforma laboral Zapatero ya no dispondrá del colchón sindical que durante toda la crisis económica le ha amortiguado todos los palos que le ha dado la derecha. Hasta el tradicional “espíritu de Vistaalegre”, esa especie de euforia colectiva entre la militancia que le había llevado en volandas a la presidencia del Gobierno, ha sido suplantado ahora por los gritos de 15.000 sindicalistas que el otro día atronaron el coso taurino de Carabanchel: “¡Zapatero, dimisión!” y “¡Zapatero, embustero!”.
A los presidentes socialdemócratas españoles parece perseguirles una maldición que les impide mantener un idilio con los sindicatos. Le pasó a Felipe González aquel 14D y ahora le hará polvo a Zapatero el 29S. En la familia socialista se volverá a producir el desgarro.
Nicolás Redondo no pudo soportar que Felipe González gobernara sin apenas consultarle. Su sucesor en el cargo,
Cándido Méndez, ha dicho basta porque Zapatero decidió hacer la reforma laboral pese a su oposición.
El final de aquella bronca histórica del siglo pasado es conocido: triunfó la huelga general, González rectificó y dio un giro social a su política que engrosó en miles de millones de pesetas el déficit público. Pero dos años después logró su tercera mayoría absoluta en las urnas. Lo que va a pasar tras el rifirrafe sindical de ahora con Zapatero es una incógnita: el resultado de la huelga es incierto y su influencia sobre la legislación laboral parece imposible. Pero lo que parece improbable es que Zapatero aguante a pie firme, sea cual sea el resultado del 29S, sin hacer ninguna concesión en su política social. Y lo que se antoja como imposible, a diferencia de González, es que sea capaz de revalidar su triunfo en las urnas dentro de dos años. Eso si se presenta…