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MODAS  INFAMESNocturnidad

MODAS INFAMESNocturnidad

viernes 10 de septiembre de 2010, 13:45h
La noche ha tenido  siempre un  halo  de misterio, un poder  de  atracción, que  la ha hecho apetecible  para  todos aquellos   -jóvenes y artistas  especialmente- que  buscan la  inspiración, la  aventura, el misterio  o  la intimidad. La actividad  nocturna,  probablemente, por esa singularidad  que  conlleva, ejerce para muchos una fascinación  tal  que  los mueve a  vivir  “la nuit” y  a dormir de día, cambiando así lo que parece  ser el orden natural  de la especie  humana, ya   que, al común de los mortales, nos ha parecido  siempre  que  la luz del día es mejor  para  estudiar, trabajar,  hacer  actividades lúdicas,  y   que es mucho mejor  aprovechar la noche para el descanso.

Pero, obviamente, no todos pensamos igual. Ni siquiera   entre los monos se da  la unanimidad.  En los bosques de América Central y buena parte  del Sur de ese mismo continente existe una  especie  de primates de pequeño tamaño -no más de 1 Kg. de peso-,  que pasan por ser los únicos de costumbres estrictamente nocturnas.  De hecho, se pasan el día durmiendo en las oquedades de los árboles. Se trata de los llamados “monos de noche”, conocidos  también por   los nombres de  miriquinás,  titís tigres o micos dormilones.


Evolución   

No sé si Darwin llegó a formular  su  famosa teoría  sobre la evolución  de las especies estudiando  al mono de noche.   Entre unos y otros  existen, desde luego,  similitudes y diferencias, como  existen también entre  los miembros  de ambas especies. Por ejemplo,  el  miriquiná casi nunca desciende al suelo, y en eso se parece mucho al hombre  que  frecuentemente  anda  por las nubes.  El tití, sin embargo, es monógamo, mientras que el hombre tiende a menudo   a la   promiscuidad.  Ambos también   viven en grupos familiares, pero unos y otros  grupos  adoptan formas  concretas  y  tienen  un concepto  muy distinto de  esa institución.

Los hombres, en su afán  por regular  las relaciones sociales, hace  ya siglos  que  formularon   sus derechos y sus obligaciones  y las reunieron en  los llamados códigos. En uno de ellos, el código penal, incluyeron   como agravante para ciertos delitos, el hecho de que se cometieran  de noche (“con nocturnidad  y alevosía…”, suelen  decir). De los monos de noche, no hay constancia  científica  de que  se rijan  también por un código  penal, pero   todo nos hace pensar  que, de existir, ellos habrían  impuesto   la diurnidad  como agravante.

Vengo a decir  todo esto  porque, especialmente en España y  en los últimos  decenios, parece haberse impuesto  la tendencia  social  a  hacer de la noche  el tiempo natural para el  esparcimiento del  ciudadano.  No hay más que darse una vuelta   por las zonas de  marcha  de  pueblos y ciudades  para llegar a la conclusión  de que buena parte de la población   ha debido  de  modificar   sus  naturales  tendencias  hasta  subvertirlas, hasta el punto, de vivir de noche  y dormir de día.

De acuerdo, admitamos que  la noche  está muy bien, pero  a la otra mitad  de los mortales,  aquellos  que preferimos el día para  trabajar, estudiar, estar con  la familia y los amigos,  pasear, ir al cine o desarrollar  cualquier  otra actividad  propia de la especie humana,  pido que  no se nos niegue  la condición de seres  normales por la otra  mitad  de la sociedad.

Y, si finalmente  se llega a la conclusión   de que, efectivamente,  entre los ciudadanos   españoles  hay más  cosas en común con los  mandriles  centroamericanos  de las que yo pienso, solicito una revisión urgente del Código Penal.
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