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Toros: prohibido prohibir

Toros: prohibido prohibir

jueves 29 de julio de 2010, 18:29h
   Basta leer los titulares de la prensa nacional e internacional sobre la abolición de los toros en Cataluña, para darse cuenta del inmenso error cometido por unos políticos, los catalanes, que se pasan la vida mirándose el ombligo sin pensar en las graves consecuencias que pueden tener sus actos en un futuro no tan lejano. No ya porque a partir de 1012 no se celebren corridas en esa autonomía -en la que desde hace años apenas se celebran festejos de ese tipo por cierto-, sino por la utilización que de esa Ley se hará en el resto de España, por parte de quienes no pierden la oportunidad de llevar el agua a su  molino político. Ojo, que ya se oyen voces pidiendo el boicot a los productos catalanes como ya se hiciera no hace tanto tiempo.

   Sería bueno para el país, para los toros, para los toreros, para los ganaderos y para la convivencia de todos, sin excepción, que el debate no se expandiera a la arena política, por más que eso sea lo que les pide el cuerpo a algunos de ellos. ¿Por qué? Porque la fiesta tiene demasiados problemas para añadirle uno más: el de la confrontación territorial. Problemas que deben intentar solucionar, cuanto antes mejor, y cogiendo, nunca mejor dicho, el toro por los cuernos. Uno de los cuales es la escasa bravura de las reses, lo que ha motivado que muchos aficionados dejen de asistir a las plazas.

   Eso por una parte, por otra, el excesivo número de festejos en temporada alta, y que son cada vez más los toreros que se convierten en estrellas mediáticas, a los que sigue una nube de cámaras y reporteros que les impide concentrarse en lo que tienen que hacer, con graves consecuencias para su vida.

   Y la tercera y no la menor, hay una parte del público que acude a las plazas como si lo hiciera a una pasarela. Ir a los toros se ha convertido en un acto social más, donde se trapichea, se hacen negocios, se exhiben y se insulta a quién se está jugando la vida en el ruedo.

   Yo deje de ir a Las Ventas porque no me gusta el ambiente que se respira en San Isidro, sobre todo en la zona de sombra. Nunca en esa plaza la gente se desentendía de lo que ocurría en la arena para embucharse una buena merienda, siempre regaditas del mejor whisky o ginebra. Aparecer con un buen habano, y con bandejas de Pastelerías Mallorca da categoría en Madrid.

   Pero lo peor es la utilización que los políticos hacen del callejón, donde se da cita la creme de la creme financiera y política, con el grave riesgo que ello supone en el caso de que a un toro le de por saltarse la barrera a la torera.

   Alguien debería reflexionar por qué a los estadios de fútbol va cada vez más gente joven, mientras que a las plazas solo van los turistas y los de siempre. Que no se haya renovado la afición demuestra que algo se está haciendo mal o muy mal, empezando por el precio de las entradas -elevadísimo para los mileuristas-, y terminando porque la juventud está cada vez más sensibilizada con el maltrato a los animales. De ahí lo innecesario de prohibir un festejo al que nadie obliga a ir.


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