El presidente del sindicato de controladores aéreos me llamó muy cortés para indicarme que la sospecha de que fueran a hacer huelga durante los primeros días de junio no era cierta. Que la presunción había partido de ministerio de Fomento, cosa que sí era verdad. Valga en mi descargo que, en otras ocasiones he sufrido las consecuencias de una huelga de controladores sin que fuera previamente anunciada.
Menos corteses han sido algunos correos electrónicos que he recibido donde se parte de la descalificación para llegar al insulto, o se inicia en el insulto puro y duro para llegar a la descalificación.
Nunca me ha costado pedir disculpas, ni rectificar, porque la autobiografía de la mayoría de las personas es un rosario de rectificaciones en los ámbitos amorosos, profesionales, sociales e incluso íntimos. Así que pido disculpas a los controladores, sus familias, parientes y amigos porque me equivoqué. También me ha servido para comprobar que vivimos en un país donde miles de artículos escritos y una veintena de libros publicados no sirven de nada ante un error. En realidad debería dedicarme, a partir de ese momento fatídico, al cultivo de zanahorias, el reparto de correspondencia, solar baldosas en el suelo y otras actividades que no tuvieran nada que ver con lo que he venido haciendo en los últimos cuarenta años. Me reconforta, no obstante, pensar que las personas que me han insultado con tanta ferocidad tienen la inmensa fortuna de no haberse equivocado nunca. Siempre es un alivio, en medio de tanta tribulación, comprobar la existencia de tantas personas perfectas.