Las preguntas rondaban en los pasillos antes de la función, sobre todo entre los periodistas que no iban precisamente a ver si había seguido el método Stanislavski. ¿Qué cara tendrá?, se preguntaban. ¿Cómo le habrá afectado la noticia? ¿Y si se equivoca a la hora de la función, aunque vaya a leer? Y uno pensando: seguro los periodistas, con perdón del gremio, compañeros, estarán acechándola al terminar la función, si cumple con su promesa de hablar con los medios. Porque, seguramente no le iban a preguntar sobre feminismo o temas afines, que son los que toca la obra de teatro, lo mismo en un tono de denuncia que de comedia. No, se irían directo a la yugular.
Larga espera, en la que los fotógrafos aprovechan para lanzar flashazos a diestra y siniestra, es decir a izquierda y derecha, porque debe haber representantes de ambos bandos. Los roblistas y los antirroblistas, pero también la familia, su madre, sus hermanas y muchas amigas. En las bocinas se escucha un himno feminista, cortesía de Flans, que con voces que ya suenan viejas, cantan: “No controles mis vestidos, no controles mis sentidos”.
A pesar de los acontecimientos políticos, desde el principio Rosario se muestra como roble, es decir como Robles, firme y a lo que va. Apenas sale al escenario en “Los monólogos de la vagina”, con Laura Luz y Dominika Paleta se roba los aplausos, sin decir ni una sola palabra. “Apuesto a que están preocupadas”, suelta la primera frase la mujer que luce muy bien arregladita, con blusa y falda negras muy sobrias, bien maquillada y descalza. Pero no va hablar de lo que quien esto escribe tampoco va a hablar, sino de vaginas, de los diálogos de tan exitosa obra.
No es actriz y no ha presumido de serlo, así que si decimos que su actuación es decorosa no exageramos. Sin embargo, en ocasiones eleva mucho el tono de voz, como si temiera que al bajarla podría perder credibilidad. Tiene algunos tropiezos, como una palabra mal dicha, pero en su defensa también les sucede lo mismo a las otras actrices.
Entrada en gastos, Rosario Robles en uno de sus monólogos dice, “a mí me han entrevistado muchas veces”, en referencia a la investigación que llevó a la creación de la obra. Pero luego agrega de su cosecha: “Es más, creo que hay más de dos que quieren entrevistarme aquí afuera. Y nunca me han preguntado sobre mi vagina. Confieso que ha de ser más difícil responder que hablar sobre la situación política del país, quién será el próximo presidente o la próxima presidenta”.
Rosario Robles no llevó sus fantasmas anoche al teatro, se divirtió, hizo su mejor esfuerzo y contribuyó a una causa noble. Los 60 mil pesos que se ganaron fueron entregados a la asociación civil Recuperación Total, dedicada a apoyar a mujeres víctimas de cáncer de mama y de matriz. Ese fue el primer acto, porque hubo un segundo acto, sin público, con periodistas de la fuente política. De eso da cuenta una compañera en la sección correspondiente porque aquí ya cayó el telón. Y digan, lo que digan, digan, lo que digan, digan, lo que digan, los demás. Pareció que fue canción del Ráphael, “El Divo de Linares”, la melodía que más recordó Robles, al terminar su actuación con entereza y destreza.