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Venció Sarkozy, ganamos todos

lunes 07 de mayo de 2007, 09:08h

Espléndidas, de extraordinaria talla conceptual y política, las primeras palabras de Sarkozy a sus partidarios, apenas conocida la victoria que le convierte en presidente de Francia, una gran nación que vuelve a tener a su frente a alguien coherente con los ideales de la Gran Revolución y un verdadero republicano, en el más profundo significado político del término. Por boca de Sarkozy habla la gran Francia de los derechos humanos, al mismo tiempo universal y europea, tan orgullosamente independiente como razonadamente atlántica, principal motor de la soberanía de la Unión Europea sin por ello dejar de ser amiga y aliada leal de Estados Unidos. 

Las urnas han sentenciado que los franceses quieren un líder capaz de recuperar para Francia tanto un papel central en el espacio europeo como una dimensión global modernizadora y occidentalista, un presidente en la mejor tradición de la República, capaz de integrar a todos, derechas e izquierdas, en un proyecto común, lejos por tanto del sectarismo, las mentiras y el catastrofismo de Ségoléne Royal, esa frívola cara de un raro socialismo de mercadillo, que poco o nada tiene que ver con la valiosa historia del aquel socialismo francés con brillantes líderes, que supo converger en el proyecto europeo con gigantes democristianos como el alemán Adenauer y el italiano De Gasperi.

Con elegancia que le honra, y a pesar de esas vergonzosas amenazas con las que a última hora quiso Royal radicalizar el voto -según ella, el triunfo de Sarkozy traería violencia a Francia-, el presidente electo se ha apresurado a pedir respeto para la derrotada candidata socialista y a comprometer que será, en los hechos, más allá de las palabras, presidente de todos los franceses, de los que le han votado y de los que votaron a su antagonista. Sarkozy es un gran apasionado de Francia, pero es también un político moderno, con visión global y nítidamente comprometido con los objetivos de una sociedad abierta que garantice la igualdad de oportunidades. En Francia ha ganado la modernidad. Ha ganado el progreso.

Este domingo, las urnas han marcado un gran día para Francia, pero también un gran día para la Unión Europea, para España y para un diálogo racional y seguro entre las dos riberas del Mediterráneo. Al sur de los Pirineos ha sido un mal día para el complejo ETA-Batasuna -se acabaron los últimos residuos del “santuario”- y para los amigos de Ségolène. Sarkozy cree que conviene a Francia una España fuerte, leal compañera de viaje en el proyecto europeo, clave para la seguridad del Mediterráneo. En cambio, la derrotada Ségolène Royal es uno de esos políticos franceses que ven nuestro país como casi africano y sólo salvable a través del “protectorado” a que algunos son tan proclives por estos pagos, y que es la negación misma del ser histórico, social y cultural de España y de nuestros intereses económicos, políticos y estratégicos.

A partir de ahora, temas vitales para España -como el equilibrio y la seguridad del Mediterráneo, el desarrollo económico y social del norte occidental de África, el equilibrio de fuerzas en los organismos de la UE, una estrategia para la inmigración que sea al mismo tiempo compasiva y segura, la lucha global contra el terrorismo islamista, el fortalecimiento del atlantismo y tantos otros- tienen un interlocutor sólido, razonable y creíble al norte de los Pirineos. Pasan a la historia de los malos recuerdos personajes de variados signos ideológicos pero coincidentes en profesar un tosco desprecio a España. Este domingo ha sido un gran día, gracias a que el pueblo francés ha votado con los mejores ideales de la República en el corazón.

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