La cuestión de si Batasuna estará en las próximas elecciones con 'permiso' del Gobierno o sin él se ha adueñado del discurso electoral del PSOE y del PP de una manera tan irracional que resulta imposible saber cuál de los dos tiene razón. Si el Gobierno, que asegura que no puede hacer más de lo que ha hecho por impedir que la formación ilegalizada burle la ley y vuelva a las instituciones; o el PP, que, con idéntico ímpetu, sostiene justo lo contrario. Y lo peor es que la presión que ambos partidos le han metido a esta 'olla' se ha extendido hasta la propia decisión sobre el particular del propio Tribunal Supremo, cuya deliberación sobre las candidaturas 'contaminadas' ha resultado agónica y tan alejada del ambiente de tranquilidad institucional que la independencia con que los tribunales deben pronunciarse merece que ni el árbitro se salve de la quema política.
¿Ha cumplido el Gobierno, como dice, la Ley de Partidos, o no la ha cumplido como dice el PP? Imposible saberlo a ciencia cierta. El sectarismo de ambos partidos ha convertido la respuesta a esta pregunta en una creencia, y el fondo del asunto, en un acto de fe. Aunque para poder decidir con libertad nuestro voto los ciudadanos tenemos que formarnos previamente criterio y opinión fundados sobre los hechos, el PSOE y el PP han mezclado de tal modo hechos y opiniones en lo que a la Ley de Partidos y a la vuelta de Batasuna a las instituciones se refiere que creer a uno o al otro se ha reducido a un simple acto de fe. Obsesionados con rascar votos a costa de lo que sea, lo único que ambos parecen buscar es que elijamos 'bando'. En vez de apelar como debería ser a nuestra inteligencia, a lo que los dos están apelando con las peores artes democráticas posibles es a nuestras vísceras.
La situación es verdaderamente esperpéntica. Aunque lo que nos jugamos en las próximas elecciones son cuestiones municipales y autonómicas, aquí solo se habla y se discute de Batasuna, que si estará, que si no estará... Solo eso parece interesar a los dos grandes partidos. Como era de esperar y de temer, por desgracia, los dos están ya en campaña de las próximas elecciones generales. Y, aunque de boquilla repiten que no se debe utilizar el terrorismo como arma electoral, los dos creen que el terrorismo es su mejor baza electoral. Tomemos nota de la burla, porque es una burla. A ninguno de los dos debería salirle gratis.