La escritura de Marta Sanz (Premio Ojo Crítico 2001 con Los mejores tiempos, finalista del Premio Nadal con Susana y los viejos y XI Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos con Regalos, ambos en 2006), estilística, versátil y próxima, pretende una reflexión gradual sobre la condición humana y la fricción social, haciendo partícipe al lector del ardid psicológico, de la atribución de sentido, como sujeto activo de un vaivén constante entre dos polos: el cuestionamiento y el pensamiento crítico. Con este patrón como estandarte, su último trabajo en prosa (de manera paralela, acaba de presentar sus poemarios Perra mentirosa y Hardcore), la novela Black, black, black, es un potencial de efectos que huye de los típicos tópicos del género negro para mostrarnos a unos personajes tan complejos e inermes como cualquier sujeto, víctimas de la cotidianeidad dominante, de la ferocidad del sistema.
La contratación del detective Arturo Zarco por parte de los padres de Cristina Esquivel, una geriatra que aparece estrangulada en su piso madrileño, es el punto de arranque de una novela inteligente, revolucionaria e incluso divertida, con un potente trasfondo introspectivo.
¿Qué tal esta incursión en el género negro?
Agotadora, pero muy estimulante. Desde hace tiempo, tenía ganas de escribir una novela como Black, black, black porque yo creo que en el fondo casi todas las novelas que he escrito son negras. Por lo menos en lo que tiene que ver con esa parte del género que consiste en hacer visibles, desde una perspectiva crítica, las zonas oscuras de la realidad, esa parte triste de lo íntimo en la que se refleja la violencia de nuestras sociedades. Me apetecía mucho escribir desde un molde genérico en el que la mirada política forma parte de su definición y en el que la vocación de entretener se combina con la de intervenir en el espacio público a través de la palabra.
Le leí una vez que “en Black, black, black he procurado subrayar el componente crítico del género y sacar a la luz sus trampas”…
Sí. Me interesaba reflexionar sobre cómo se relacionan el sistema y la literatura a través de la idea de la violencia, del totalitarismo de las leyes del mercado que se cuela en los esquemas de una narración que sólo aspira al entretenimiento. En Black, black, black se pretende dibujar la violencia del sistema a través de una estructura narrativa en la que se quiere evidenciar la violencia de la literatura como parte de ese sistema. Cuando hablo de “violencia de la literatura” no me refiero a que las páginas estén salpicadas de esquirlas de cráneo machacado, sino a que los escritores a través de nuestros narradores producimos un tipo de discurso que a menudo pretende embaucar al lector, seducirlo, sin dejarle espacio para la incomodidad y el pensamiento crítico... No fomentamos una lectura “democrática”, sino una lectura a menudo pasiva: el lector es tratado como un cliente que utiliza los libros para poder soportar el estrés de su vida diaria. Usamos la literatura como una herramienta más de alienación cuando debería ser todo lo contrario: un lugar desde el que contar lo que sucede con una voz que se separe de las frases hechas de los medios de comunicación y de una ideología invisible que ya no oímos ni sentimos como tal ideología pero que está ahí gobernando nuestros actos, nuestros pensamientos y nuestras emociones.
De ahí que esta novela esté cargada de una crítica social, digamos, al uso, donde el macroentorno imperante alrededor del individual actual (estructuras de poder, complots internacionales, economía de mercado) deja paso a la preeminencia del microentorno (de una conversación telefónica, de una vecindad)…
La presión se multiplica sobre las superficies pequeñas; era importante situar la acción en un entorno controlable donde el enrarecimiento de la realidad y la claustrofobia se puedan hacer casi angustiosos para el lector: en esta novela, la realidad más cercana se convierte en un lugar extraño por efecto de una mezquindad y un miedo particulares que son el reflejo de la injusticia y de la rapiña colectivas. Todo se agranda, todo pesa más y yo he intentado que las páginas de este libro huelan, sepan y se oigan, además de verse y de tocarse. Las sensaciones, el trabajo con el color o con la ausencia de ciertos colores es fundamental en Black, black, black desde su título. Pero, además, es que yo quería hablar de problemas próximos y reconocibles, ya que tengo la sensación de que muchas veces en las novelas de misterio y policíacas, el horror, el crimen y la injusticia se sitúan en lugares lejanos como si no los tuviéramos también a la puerta de casa. Sucede lo mismo con la solidaridad o con nuestros motivos de preocupación política: cuando los desplazamos sistemáticamente a lugares lejanos —por muy pequeño que se nos haya vuelto el mundo— es como si estuviéramos dando por buena la idea de que éste es el mejor de los mundos posibles y de que aquí no hay nada urgente que arreglar. Yo no comparto esa idea. Creo que tanto en los lugares que nos quedan más lejos, como aquí a la vuelta de la esquina, hay cosas que van mal, incluso muy mal, y que la razón de ese malestar es probablemente común.
¿Quizás por ello Zarco, cuarentón, homosexual y emocionalmente dependiente de su mujer, no responde al modelo clásico de detective?
Zarco no responde al modelo tradicional de detective porque trabajar hoy con un género tan altamente codificado como el género negro, que necesita dar un revolcón a sus convenciones: Zarco es homosexual y culturalista, y tanto su condición sexual —que le lleva a enamorarse perdidamente de un muchacho—, como su cinefilia y su amor por ciertos libros, actúan sobre él como un filtro que no le permiten ver la realidad a ras de suelo.
Pero no es sólo Zarco. En Black, black, black se entrelazan disímiles y complejos sujetos: Paula, Luz, Olmo, Yalal, Cristina…
En esta novela hay un concepto que vincula a todos los personajes: la vulnerabilidad. Vulnerabilidad de Zarco por ser homosexual y por ser un detective enamorado, vulnerabilidad de Paula que es una mujer coja y abandonada, vulnerabilidad de Luz que no puede soportar su menopausia, vulnerabilidad de Olmo por su daltonismo...Una vulnerabilidad de la que ninguno de nosotros nos libramos, aunque a veces procuremos enmascararla en un mundo que nos exige ser fuertes, emprendedores, competitivos... Parece que todos debiéramos ser deportistas. Pues no. En Black, black, black, la carne y el hueso de los personajes está más del lado de la carne que del hueso: por eso las enfermedades son importantes en la novela y, en el tramo central de la misma, se interpola un diario titulado “La paciente del doctor Bartoldi” que rompe el ritmo de lectura de los discursos de seducción canónicos en el género negro. Este diario es un diario de enfermedad que expresa a su vez esa enfermedad de la literatura de la que hablábamos al principio de la entrevista y que lanza preguntas sobre la responsabilidad de las ficciones y sobre si la ficción puede intervenir y modificar la realidad...
Las conversaciones telefónicas entre Zarco y Paula, pilares estructurales de la novela mediante esa relación amor-odio, ¿pueden entenderse, entre otras muchas cosas, como metáfora de la imperfección del sistema?
De la imperfección y de la violencia. Paula y Zarco se cuentan las cosas de forma que su discurso sea un elemento de dominación sobre el otro; es decir, activan un discurso de seducción, interno a la novela, que es muy parecido al que los autores ponen en marcha para encandilar a los lectores en el contexto del mercado cultural. Para ello, Paula y Zarco utilizan los recursos habituales en estas narraciones: el “te cuento pero no termino de contarte”, el sentido del humor, los golpes de efecto, la intriga y el suspense... Usan el discurso para mantener un vínculo, para seducirse, para hacerse daño, para expresar ese ni contigo ni sin ti que define relaciones “sadomasoquistas” como las que a menudo se mantienen en el amor y también en la literatura.
¿Qué tiene Black, black, black de subversiva e introspectiva?
Es subversiva en la medida en que “corrige” las convenciones de un género que, en muchos casos, ha perdido su potencial crítico para convertirse en algo previsible, en algo exclusivamente comercial que no molesta a casi nadie. Es subversiva porque apunta hacia la posibilidad de que esa pérdida de potencial crítico de un género literario sea un síntoma más de cómo funcionan las cosas en un sistema capaz de fagocitar, incorporar y neutralizar todo o casi todo. Y es introspectiva porque procura anular la falsa oposición entre el individuo y la comunidad, entre el dentro y el fuera, planteando la posibilidad de que los vicios y terrores privados, los recovecos del mundo interior, sean una construcción lógica y previsible en un contexto público determinado. Contar el dentro es una forma de visibilizar el fuera; contar lo íntimo y lo individual es una forma de sacar a la luz lo de todos.
Aparecen en la novela, tanto explícita como implícitamente, distintos tipos de violencia. ¿Cuál le parece la peor?
Para mí, la peor violencia es la que ya ni siquiera sentimos. La violencia a la que le hemos dejado de poner ese nombre porque es tan sistemática y tan medular en nuestra forma de vida que la hemos aclimatado a nuestro organismo subiendo considerablemente nuestro umbral de tolerancia al dolor: el miedo diario en el trabajo, el llegar a comprender que te despidan, el creer que uno es el único responsable de lo que le pasa porque de verdad cada uno puede tomar las riendas de su existencia, el pensar que todos vamos en el mismo barco, la empatía con el jefe, el que nos parezcan lógicas las comisiones bancarias, el que asumamos que alguien pueda morir de un cáncer porque no tiene dinero para pagar un tratamiento o el que pasemos de largo ante un vagabundo que se desangra en la calle. Cosas cotidianas.
Como algo recurrente dentro del género negro, esta novela no tiene como único objetivo la mera resolución del entuerto, del enigma, del misterio ante la aparición de un cadáver en medio de la sala, entre un buen número de atentos sospechosos, sino que va más allá al hablar y profundizar, y mucho, sobre la condición humana…
Tienes razón en tu lectura, en tu análisis. Para mí, era muy importante que la novela no fuera como una partida de ajedrez que se resuelve sobre la cuadrícula de un tablero. Era importante insinuar la idea de que el tablero está lleno de baches y de que a veces las figuras se caen porque la superficie está arrugada: el sistema no funciona, probablemente ni siquiera es válido, y los investigadores en lugar de tener un concepto lúdico de la investigación en el que no se experimenta sentimiento de culpa por descubrir y castigar al criminal en un mundo perfecto, en lugar de eso, sobre todo Paula en Black, black, black, analiza los motivos del crimen, se mete en la mente de criminales que no son locos ni psicópatas y, a través del mecanismo de la piedad y de la convicción de que el mundo no está bien hecho, resuelve un caso, ensancha su visión del mundo y posiblemente se vaya poniendo cada vez más triste, aunque enmascare su amargura con un sentido del humor que, por cierto, también es una constante en el libro.
Quizás por ello la novela emplee un tipo de discurso que resulte inusual al usual lector de género negro…
La novela no quiere reproducir esquemas totalmente reconocibles que de tanto ser repetidos han perdido su significado; esquemas que son como la música ambiente de los ascensores; propuestas artísticas y narrativas que no nos inquietan y que, en la familiaridad con que son recibidas por nosotros, nos dejan tranquilos, nos reconfortan y no nos hacen dudar. Esquemas narrativos que “nos lo ponen fácil” para que no nos cuestionemos nada. Esta novela aspira a colocar al lector en una situación en la que le apetezca hacerse preguntas y mirar la realidad por un agujerito diferente al que acostumbra.
¿Qué te cansa de la narrativa actual?
La falta de intrepidez, la repetición, la comodidad y la cursilería. El deseo de leer un libro como quien se sube en una montaña rusa que marea, anestesia y produce pequeñas taquicardias mientras se tiene la convicción de que se va a salir indemne de la experiencia. Los libros que más me gustan y que más me han gustado a lo largo de mi vida lectora son precisamente aquellos de los que no he salido ilesa. Pero también he de decirte que hay determinadas obras de la narrativa española actual que me parecen excelentes.