España entera comparte el dolor con los familiares y compañeros de los cuatro militares muertos en un accidente de helicóptero en Haití, y tras cuyos funerales, ayer, en la base de Rota, el Rey Don
Juan Carlos impuso sobre los féretros la cruz al Mérito Naval. Estos soldados, que fallecieron en acto de servicio, forman parte de la mejor España, que es la de la entrega a los demás, la del sacrificio a favor de los pobres más pobres de la Tierra, abatidos por un terremoto en el pasado enero: por uno de esos terremotos ignominiosamente selectivos, con malsana querencia hacia las chabolas de los más humildes, hacia los poblados donde la alegría de los ojos de los niños hambrientos es un milagro.
La ceremonia de ayer, en la base naval de Rota, fue una oportunidad para que el presidente
Rodríguez Zapatero y el líder de la oposición,
Mariano Rajoy, se encontrasen, e incluso que viajasen juntos desde Torrejón a Rota, ida y vuelta, hora y media de trayecto aéreo en total…Y, por lo que ha transcendido, hora y media de conversación mano a mano, sin duda más espontánea y más emotiva, por las circunstancias que promovían el viaje, que las escasas reuniones en La Moncloa, tras las cuales suelen decir que “cada
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uno se mantiene en sus trece” y que “no hay avances significativos en el consenso”.
Ya somos un país bien raro cuando un encuentro, organizado o espontáneo, entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición es noticia. Porque una cosa es mantener una legítima rivalidad política, y otra muy distinta, dinamitar los puentes de diálogo, transmitiendo la impresión de que les interesa más a cada uno de ellos el éxito electoral de sus formaciones que los intereses generales de cuarenta y pico millones de españoles, incluidos cuatro millones y pico de parados.
Según se ha sabido, en la conversación sobrevolando España de centro a sur, Zapatero y Rajoy hablaron del accidente de Haití, de las misiones militares españolas en el extranjero, y también de las circunstancias y consecuencias de la erupción del volcán islandés y del caos del tráfico aéreo en la última semana. Pero ni el paro ni el atasco del Tribunal Constitucional formaron parte del temario, sin duda improvisado.
Quizá haya demasiados asesores que opinen lo contrario, y que consideren el desencuentro y hasta el desprecio al rival como un valor que refuerza a ambos líderes. Modestamente, pensamos que se equivocan, y que la sociedad española quiere diálogo, cordialidad, confianza, consenso en lo necesario (como en el respeto y homenaje a las Fuerzas Armadas, especialmente en los momentos de dolor, o en la unidad en la lucha ante el terrorismo…).
En fin, nuestro homenaje y nuestro respeto a los cuatro militares fallecidos en Haití, cuatro héroes que, tal como dijo el arzobispo castrense, Juan del Río, se inmolaron en una “hermosa tarea”. Y también, como nota un poco al margen, nuestro deseo de que Zapatero y Rajoy se entiendan mejor, practiquen un diálogo sincero, ejerzan una rivalidad de puertas abiertas, y nunca más necesiten unas dolorosas circunstancias, como las de ayer, para mirarse a los ojos volando sobre la piel de toro.