La idea del polifacético intelectual que fue
Ingmar Bergman, cuando rodó estas dos grandes películas, que protagonizaron
Liv Ullman y
Erland Josephsson, era la de mostrar con tanta verosimilitud como crueldad los conflictos y las heridas abiertas en las relaciones de pareja que ni el paso del tiempo ni la distancia pueden cerrar. Una idea que esta coproducción del Español y del teatre Nacional de Catlunya han captado y transmite a tope.
Así, en 'Escenas de matrimonio', gozamos de la excelente disección de la vida en una pareja tradicional, donde la pasión primera va dando paso a la cotidianidad, el aburrimiento, el conformismo ,la rebelión en el caso de él y la liberación de las cadenas invisibles a las que ella está sometida en su vida en común.
Partiendo de dos puntos de vista sociales convencionales y distintos al mismo tiempo, el masculino y el femenino analiza la evolución a peor en las relaciones matrimoniales. Los roles sociales en los que dos personas que se quieren se ven inmersos, y que, al mismo tiempo, les empujan hacia el hastío.
Cada uno se escapa a su manera. El encuentra su liberación en otra mujer más joven y ella, empujada por la realidad de su soledad obligada, aprende a ser ella misma y a liberarse de otras cargas adquiridas por su condición social de fémina.
Madurez y vejez de los mismos personajes
En el caso de 'Sarabanda', que puede verse en la misma función o en otra, partiendo de la vejez de los personajes anteriores a los que la vida les ha dado un poso de madurez, Bergman ahonda ahora en la personalidad de un hijo débil, sometido a dos mujeres, la madre y posteriormente la esposa, cuya personalidad insegura intenta proyectar en una hija a la que no quiere dejar volar, también por su dependencia hacia ella.
En ambos casos, es justo y necesario destacar la magnífica dirección teatral de la mano de
Marta Angelet a la que además tenemos ocasión de ver en escena en Sarabanda. Aunque quizás hubiera venido bien algo más de acción y conflicto, sobre todo en 'Sarabanda' para que la intensidad no decaiga en algunos momentos..
A destacar, por encima de todo, además del acierto generalizado en escenografía, vestuario e iluminación, la perfecta interpretación de
Frances Orella en su papel de
Johann en la primera de las obras y de
Erik en Sarabanda. Dos registros completamente distintos, que borda, que nos estremece y donde demuestra su ya contrastadísima versatilidad como actor. Sin olvidar el buen trabajo del resto:
Mónica López, Miquel Cors, Mata Angelat y
Aina Clotet.